Avi Loeb “se confirma que los fragmentos no son de este mundo”

En un emocionante giro de los acontecimientos, los científicos han anunciado el hallazgo de pequeños fragmentos de metal de origen interestelar en el fondo del Océano Pacífico. El profesor astrofísico Avi Loeb lideró la investigación que desenterró estos misteriosos objetos, provocando especulaciones sobre la posibilidad de la existencia de vida extraterrestre inteligente.

“Nunca antes habíamos tenido la oportunidad de examinar materiales de un objeto como este que vino de fuera del sistema solar. Es un descubrimiento histórico”, afirmó el profesor Loeb. Los objetos en cuestión, esferas de hierro denominadas IM1, fueron detectados por satélites espías estadounidenses cuando ingresaron a la atmósfera terrestre y se sumergieron en el océano en enero de 2014. Su diámetro oscila entre 0,1 mm y 0,7 mm.

El proceso de recuperación fue dirigido por el equipo de Loeb, que utilizó un trineo magnético para recoger 750 gotas fundidas del tamaño de una canica del fondo marino a 260 millas de la costa de Papua Nueva Guinea. La colaboración entre el profesor Loeb y expertos del Comando Espacial de EE. UU. condujo a la conclusión de que estos fragmentos probablemente se originaron en un objeto proveniente del espacio interestelar.

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El análisis de los fragmentos y su comparación con materiales del sistema solar revelaron cuatro indicadores clave que sugieren un origen interestelar. Estos indicadores incluyen una abundancia inusual de esferas de hierro de tamaño milimétrico, una composición química que difiere significativamente de la de las esferas solares, una reducción de elementos volátiles que implica una entrada a través de la atmósfera terrestre, y la presencia de berilio, indicativo de un largo viaje interestelar.

El equipo de investigación, liderado por Stein Jacobsen del laboratorio de Harvard, describió este patrón de abundancia como “sin precedentes en la literatura científica”. El objeto que generó estos fragmentos fue inicialmente detectado en enero de 2014 por un satélite estadounidense y se registró en un catálogo de la NASA que recopila información sobre meteoros.

El proceso de recuperación fue un hito en sí mismo. El equipo se valió de un enfoque ingenioso al usar un trineo magnético para extraer las partículas del fondo del océano, lo que finalmente condujo al análisis detallado de más de 700 gotas fundidas del tamaño de una canica. Estas partículas se enviaron a laboratorios de todo el mundo para su análisis.

El profesor Loeb comparó el descubrimiento con la “basura espacial” que a veces colisiona con la Tierra, pero señaló que la posibilidad de que provenga de tecnología extraterrestre es una posibilidad más exótica. Aunque la certeza de si es de origen natural o tecnológico aún está por determinarse, el equipo planea continuar su exploración.

Con estos emocionantes hallazgos, el profesor Loeb y su equipo están preparados para regresar a las aguas al norte de Papúa Nueva Guinea para buscar reliquias adicionales de un evento similar en 2014. Además, tienen la intención de realizar una expedición a un sitio frente a la costa de Portugal en busca de restos de otro meteoro interestelar en 2024. Estos esfuerzos continúan expandiendo nuestro conocimiento sobre el espacio y plantean preguntas fascinantes sobre el origen de estos objetos y la posibilidad de vida más allá de nuestro sistema solar.

 

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