La caza de alienígenas da un giro crucial: Un estudio astrofísico propone usar las transmisiones de la Red de Espacio Profundo de la NASA como modelo para rastrear tecnofirmas extraterrestres
Durante décadas, la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI) ha escudriñado el cosmos en busca de una señal deliberada, un “¡Hola!” interestelar dirigido a la Tierra. Sin embargo, el silencio es abrumador. Esta ausencia de evidencia ha llevado a los científicos a reformular la pregunta: ¿y si nadie está tratando de comunicarse con nosotros? Una nueva y reveladora investigación sugiere que el enfoque debe cambiar: en lugar de buscar mensajes para la humanidad, deberíamos intentar interceptar las comunicaciones que hipotéticas civilizaciones envían a sus propias sondas y naves espaciales repartidas por sus sistemas planetarios.
Un Espejo Cósmico: Aprendiendo de Nuestra Propia Tecnología
La premisa central de este novedoso enfoque, liderado por el astrónomo y astrofísico Pinchen Fan, se basa en la suposición de que una civilización lo suficientemente avanzada como para explorar el espacio probablemente opere de manera similar a la NASA. La agencia espacial estadounidense depende de su Red de Espacio Profundo (DSN), un conjunto de antenas de radio gigantes en California, España y Australia, para mantener una comunicación constante con sus vehículos en otros mundos. Estas instalaciones, estratégicamente ubicadas, envían comandos y reciben torrentes de datos científicos, creando un haz de transmisiones de radio que se irradia continuamente desde la Tierra.
Fan y su equipo se preguntaron qué vería un observador externo si apuntara un telescopio lo suficientemente potente hacia nuestro sistema solar. Su investigación, publicada en The Astrophysical Journal, no se basa en la especulación, sino en el meticuloso análisis de los registros históricos de la DSN. Al correlacionar estos datos con las posiciones exactas de naves espaciales como el Perseverance rover en Marte, el equipo pudo mapear cuándo, hacia dónde y con qué potencia la Tierra ha estado emitiendo su firma tecnológica al espacio.
Ventanas de Oportunidad: El Papel Crucial de las Conjunciones Planetarias
El estudio identifica que estas transmisiones no son igualmente detectables desde cualquier punto del universo. La geometría orbital es fundamental. Los momentos ideales para la detección ocurren durante las “conjunciones”, cuando dos planetas se alinean directamente con su estrella. Durante estos eventos, un observador situado en uno de los planetas tendría una vista clara del otro, sin interferencias mayores.
El caso de Marte es paradigmático. Según los cálculos del equipo, “una especie capaz de observar el Sistema Solar en busca de emisiones de radio durante una conjunción Tierra-Marte en los últimos veinte años habría tenido un 77% de posibilidades de observar durante una de nuestras transmisiones”, afirmó Fan. Esto se debe a la intensa y constante comunicación que la humanidad ha mantenido con sus activos en el planeta rojo. Además, la investigación señala que las transmisiones humanas más potentes se concentran cerca del plano eclíptico, el disco imaginario donde orbitan los planetas, sugiriendo que las civilizaciones tecnológicas podrían dejar un rastro detectable a lo largo de este plano universal.
Reenfocando la Búsqueda SETI hacia un Nuevo Paradigma
Las implicaciones de este trabajo son profundas. Proporciona un marco observable y cuantificable para la búsqueda de tecnofirmas. En lugar de escanear el cielo al azar o enfocarse únicamente en exoplanetas en la “zona habitable”, la estrategia sugiere priorizar la observación de sistemas estelares donde las conjunciones planetarias sean frecuentes y, crucualmente, donde un hipotético planeta tecnológico pudiera estar comunicándose con sus propias sondas en mundos vecinos.
“Nuestro análisis subraya la importancia de usar la propia DSN de la humanidad como modelo para comprender cómo una civilización espacial en sus primeras etapas podría transmitir y cómo podríamos detectarla”, concluyó Fan. A medida que la humanidad expanda su presencia hacia la Luna, Marte y más allá, la red de transmisiones se volverá más densa y potente, aumentando nuestra detectabilidad y, a la inversa, ofreciendo una plantilla más clara de lo que debemos buscar.
La eterna pregunta de si estamos solos en el universo aún no tiene respuesta, pero la ciencia avanza refinando sus métodos. Este estudio representa un cambio de perspectiva crucial: de una búsqueda pasiva por señales destinadas a nosotros, a una caza activa de la “contaminación” tecnológica natural de una civilización ocupada en su propia exploración espacial. No se trata de esperar una llamada interestelar, sino de intentar escuchar a escondidas la conversación entre un hipotético “JPL” extraterrestre y sus sondas. Es un enfoque más sutil, más realista y, quizás, la llave que finalmente nos abra la puerta para descubrir que, después de todo, no somos los únicos que miramos al cielo con curiosidad.