Avi Loeb plantea una conexión cósmica: ¿Fue el objeto interestelar 3I/ATLAS el origen de la misteriosa señal “¡WOW!”?
Un nuevo análisis sugiere una coincidencia direccional estadísticamente significativa, reavivando el debate sobre el origen de la señal y la imperiosa necesidad de protocolos para interactuar con visitantes interestelares.
En la noche del 15 de agosto de 1977, el radiotelescopio Big Ear captó una anomalía que quedaría grabada para siempre en la historia de la búsqueda de inteligencia extraterrestre: la señal “¡Wow!”. Esta potente emisión de radio, de banda estrecha y 72 segundos de duración, fue tan extraordinaria que el astrónomo Jerry Ehman escribió la palabra “¡Wow!” al margen de la impresión de datos. Durante casi cinco décadas, su origen ha sido un enigma, oscilando entre la explicación natural y la posibilidad tecnológica. Ahora, el controvertido astrofísico de Harvard, Avi Loeb, propone una hipótesis audaz que vincula este evento histórico con el primer objeto interestelar identificado en nuestro sistema solar, el 3I/ATLAS, desafiando a la comunidad científica a buscar una respuesta definitiva.
Una Coincidencia en el Firmamento
El núcleo de la nueva propuesta reside en un análisis de posicionamiento celeste. La señal “¡Wow!” se originó en las coordenadas de Ascensión Recta 19h25m (291 grados) y Declinación -27 grados. Según los cálculos de Loeb, basados en la órbita precisa del 3I/ATLAS y la ausencia de aceleraciones no gravitatorias, este objeto interestelar se encontraba, el 12 de agosto de 1977, en una posición de RA=19h40m (295 grados) y Dec=-19 grados. La separación angular entre la fuente de la señal y la posición del objeto es de aproximadamente 4 grados en Ascensión Recta y 8 en Declinación.
La probabilidad de que esta proximidad sea una mera casualidad se estima en un 0,6%. Esta baja probabilidad estadística no constituye una prueba, pero sí presenta una correlación lo suficientemente intrigante como para justificar una investigación profunda. Si la señal se emitió efectivamente desde 3I/ATLAS, la luz habría tardado unos tres días en recorrer la distancia de aproximadamente 600 Unidades Astronómicas (UA) que lo separaba de la Tierra en ese momento.
La Potencia de un Reactor Nuclear en el Vacío
Si se acepta la premisa de un origen en 3I/ATLAS, es posible calcular la potencia necesaria del hipotético transmisor. La intensidad de la señal “¡Wow!” se midió entre 54 y 212 Janskys, con un ancho de banda de cerca de 10 kilohercios. A la distancia calculada de 600 UA, esta intensidad se traduce en una potencia de emisión de entre 0,5 y 2 gigavatios. Esta cifra es notablemente similar a la potencia de salida de un reactor nuclear terrestre de gran tamaño, demostrando que, desde un punto de vista energético, la señal está dentro de lo tecnológicamente concebible.
No obstante, existe una discrepancia en los datos. La frecuencia de la señal “¡Guau!” fue de 1420,4556 MHz, ligeramente desplazada hacia el azul (un corrimiento Doppler que indica movimiento hacia la Tierra) equivalente a unos 10 km/s. Este valor es significativamente menor que la velocidad de aproximación del 3I/ATLAS al Sol, que era de 60 km/s. Loeb señala que esta diferencia podría deberse a un movimiento interno del transmisor dentro del propio objeto interestelar, un detalle que añade otra capa de complejidad al misterio.
La Imperiosa Necesidad de una Respuesta Coordinada
La hipótesis de Loeb trasciende la mera especulación y plantea una pregunta crucial para la comunidad científica global: en caso de detectar una señal artificial proveniente de un objeto interestelar, ¿cuál debería ser el protocolo de acción? El profesor Loeb argumenta que la respuesta dependería de la evaluación de la potencial amenaza utilizando su “Escala de Loeb”, donde un rango máximo de 10 indicaría un peligro inminente, similar a un visitante no identificado en nuestro “patio trasero” cósmico.
Afortunadamente, la oportunidad de estudiar a 3I/ATLAS no se ha perdido. Está previsto que entre octubre y noviembre de 2025, varias sondas espaciales de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), incluyendo el Mars Reconnaissance Orbiter y la misión Juice, realicen observaciones detalladas del objeto durante su paso por las cercanías de Marte y Júpiter. Estas observaciones serán vitales para caracterizar su naturaleza.
La interacción podría variar desde la comunicación mediante señales de radio o láser hasta el envío de sondas interceptoras que tomen imágenes de cerca o incluso aterricen en su superficie. Sin embargo, Loeb advierte sobre nuestras limitaciones cognitivas. Nuestra interpretación de cualquier dato recogido estaría sesgada por nuestro conocimiento exclusivamente terrestre, en una analogía similar a la de “hormigas observando a un ciclista desde una grieta en el pavimento”.
La posible conexión entre la señal “¡Wow!” y el objeto interestelar 3I/ATLAS, aunque especulativa, actúa como un poderoso catalizador. Empuja a la ciencia a mirar más allá de las explicaciones convencionales y a prepararse seriamente para un escenario que, de confirmarse, redefiniría nuestro lugar en el universo. La coincidencia direccional y la viabilidad energética de la señal constituyen un caso lo suficientemente sólido para que los radiotelescopios del mundo apunten hacia 3I/ATLAS en un esfuerzo concertado. El silencio cósmico puede que no sea absoluto; quizás solo hemos estado escuchando de manera incorrecta, y ahora, por primera vez, tenemos un objetivo específico hacia el cual dirigir nuestra curiosidad y nuestros instrumentos. La respuesta, como la propia señal, podría ser “¡Wow!”.
Referencia
Articulo Was the “Wow! Signal” Emitted from 3I/ATLAS? escrito por Avi Loeb