El Incidente 40: La olvidada semilla de la ufología moderna y los hombres de negro en Phoenix
Una investigación de cinco años, fotografías confiscadas y una visita gubernamental anónima: la historia de William A. Rhodes, el testigo cuyo avistamiento en 1947 rivalizó con Roswell y que quedó sepultado en los archivos del Proyecto Libro Azul.
Mientras el mundo aún se recuperaba del impacto por el informe de “platillos voladores” de Kenneth Arnold, y el mismo día en que Roswell acaparaba los titulares, otro evento igualmente significativo ocurría en los cielos de Phoenix, Arizona. El 7 de julio de 1947, William A. Rhodes, un hombre de ciencia y tecnología, no solo fue testigo de un objeto aéreo no identificado, sino que lo fotografió. Este suceso, bautizado como “Incidente 40” por las autoridades, desencadenó una de las investigaciones más prolongadas y meticulosas de la era, marcando un precedente para el tratamiento gubernamental de los OVNI e incluyendo lo que podría ser el primer registro oficial de una visita de los emblemáticos Hombres de Negro.
El Testigo y el Avistamiento
En la tarde del 7 de julio, William A. Rhodes, un músico y fotógrafo aficionado con un profundo interés en la electrónica y la astronomía, se encontraba en su residencia en Phoenix. Un sonido inusual proveniente del oeste atrajo su atención, pero al no ver nada, dirigió su mirada al noreste. Allí, observó un objeto gris, de forma elíptica y aparentemente sólido, de entre 6 y 9 metros de ancho, descendiendo en espiral desde aproximadamente 1.500 metros de altura. Con presteza, Rhodes recuperó su cámara Kodak Brownie y logró capturar dos fotografías: una durante el descenso en espiral y otra justo en el momento en que el artefacto se elevaba abruptamente en un ángulo de 45 grados antes de desaparecer. Al día siguiente, su historia y las imágenes aparecieron en la primera plana del Arizona Republic.
La Maquinaria Gubernamental se Pone en Marcha
El interés mediático fue efímero, eclipsado por el revuelo de Roswell. Sin embargo, el aparato de inteligencia estadounidense ya se había activado. En menos de 24 horas, la Fuerza Aérea solicitó al periódico las copias de las fotografías. Lo que siguió fue una investigación de cinco años que sería absorbida primero por el Proyecto Grudge y luego por el Proyecto Libro Azul. Los analistas no solo se centraron en el objeto, sino también en el propio Rhodes, iniciando una exhaustiva pesquisa sobre su historial crediticio, sus afiliaciones políticas e incluso los orígenes de su familia, en un intento por determinar su fiabilidad y patriotismo.
El 29 de agosto de 1947, menos de dos meses después del avistamiento, Rhodes recibió la visita de dos hombres. Se identificaron únicamente como “representantes del gobierno de los Estados Unidos”. Más tarde se supo que se trataba del agente especial George Fugate Jr. del Cuerpo de Contrainteligencia (CIC) y un agente especial del FBI de apellido Brower. Este último declararía posteriormente que le pareció un “procedimiento peculiar” no revelar sus identidades completas. Los agentes solicitaron y se llevaron las fotografías originales y, al día siguiente, los negativos, advirtiendo a Rhodes que era “poco probable” que se los devolvieran. Este episodio, documentado en informes oficiales, encaja con la iconografía de los Hombres de Negro: emisarios anónimos y formalmente vestidos que confiscan evidencia clave.
Análisis y Controversia en los Archivos
Los informes finales del gobierno sobre el Incidente 40 presentan una notable contradicción. Por un lado, un análisis inicial concluyó que “no parece posible una explicación astronómica” y destacó que el caso era “especialmente importante debido a la evidencia fotográfica”. Los investigadores quedaron impresionados por la “sorprendente similitud” entre las fotos de Rhodes y la descripción del objeto avistado por Kenneth Arnold, calificándolos como “dos de los casos completamente independientes y mejor atestiguados”.
No obstante, otras voces dentro de la investigación insistían en la posibilidad de un fraude, sugiriendo que Rhodes podía tener una “mente excitable”. A pesar de esta disparidad, el astrónomo J. Allen Hynek, consultor científico del Proyecto Libro Azul, clasificó el incidente en una categoría reservada para los casos con “evidencia ofrecida” que “no sugiere explicación” alguna.
El caso dio un giro adicional en 1952, cuando Rhodes amenazó con demandar al gobierno para recuperar sus negativos. La Fuerza Aérea, entonces, afirmó no tenerlos en su poder y recomendó su devolución “con disculpas” para evitar un escándalo. El entonces director del Proyecto Libro Azul, el Capitán Edward J. Ruppelt, insistió en que su oficina no poseía los negativos y sugirió que Rhodes buscaba publicidad. Sin embargo, registros de enrutamiento internos demuestran que los negativos habían estado en manos de la Oficina de Proyectos Técnicos del Comando de Material Aéreo en la Base Wright-Patterson al menos hasta febrero de 1948, donde fueron analizados por diversos expertos. Su paradero final sigue siendo una incógnita.
El Incidente 40 representa una pieza fundamental y, a la vez, olvidada, del rompecabezas OVNI. Antes de las Luces de Phoenix de 1997, la ciudad ya había sido escenario de un evento que combinaba todos los elementos de la mitología moderna: un testigo creíble, evidencia fotográfica, una investigación gubernamental prolongada y la aparición de figuras oficiales anónimas. Aunque la fama de William Rhodes fue efímera, su caso fue considerado “crucial” por los primeros investigadores y sentó un precedente sobre cómo las agencias manejarían los avistamientos en el futuro. Su historia permanece como un testimonio de que los cimientos de la ufología no se construyeron solo sobre Roswell, sino también sobre enigmas como el del “Incidente 40”, cuyos ecos resuenan en las investigaciones contemporáneas sobre Fenómenos Aéreos No Identificados (UAP).
