El científico soviético que afirmó domar el tiempo “Desafió los fundamentos de la física con su pero su estudio fue silenciado”

De Respetado Físico Soviético a Paria Científico: La Travesía de un Genio hacia los Límites de la Física y la Fe.

La historia de la ciencia está jalonada por figuras cuyas ideas, al desafiar los paradigmas establecidos, se ven condenadas al ostracismo. Entre ellas destaca la del físico bielorruso Albert-Viktor Veinik, un académico de prestigio cuya incursión en la naturaleza del tiempo lo llevó de los honores oficiales a la crítica feroz y a una muerte prematura que alimentó el misterio sobre su legado. Su obra, una compleja fusión de termodinámica, metafísica y fe, permanece como un enigma en los anales de la ciencia soviética.

De la Física Térmica a la Frontera Cronal

Albert Iozefovich Veinik inició su carrera con todos los visos de convertirse en una eminencia dentro del sistema científico soviético. Tras formarse en el Instituto de Aviación y Tecnología de Moscú (MATI) y doctorarse con una tesis sobre los “Fundamentos Térmicos de la Teoría de la Fundición”, su trayectoria fue ascendente. Sus contribuciones en el campo de la ingeniería térmica le valieron, en 1956, ser elegido miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de la República Socialista Soviética de Bielorrusia, dirigiendo laboratorios de prestigio en Minsk. Sin embargo, fue en la aparentemente mundana investigación de los procesos de fundición donde Veinik encontró una anomalía que reorientaría su vida: la sospecha de que el tiempo era una variable física activa y cuantificable.

La Teoría Cronal y el Generador de Placas

Más allá de la física convencional, Veinik postuló una teoría radical: el tiempo no era una mera ilusión o una dimensión pasiva, sino un flujo compuesto por partículas discretas a las que denominó “cronones”. Para demostrar empíricamente su hipótesis, el científico construyó un dispositivo que denominó “generador de campo cronal”. Este artefacto, compuesto por una configuración específica de placas metálicas, afirmaba poder influir en la densidad de dicho campo. La prueba fundamental era un reloj, mecánico o electrónico, cuyo ritmo, según Veinik, se aceleraba o ralentizaba en función de la configuración del generador. Sus escritos llegaron a esbozar conceptos propios de la ciencia ficción, como el “motor cronal” o la propia “máquina del tiempo”, argumentando que el control sobre el flujo temporal era una posibilidad tecnológica tangible.

El Precio de la Herejía Científica

La publicación de sus teorías desató una tormenta de críticas. La comunidad física ortodoxa tachó su trabajo de pseudociencia y ocultismo, mientras que los filósofos marxistas lo acusaron de desviarse del materialismo dialéctico. La reacción institucional fue contundente. En la década de 1970, por orden expresa del Ministro de Educación Superior de la URSS, su libro de texto “Termodinámica” fue retirado de las bibliatorias universitarias, una medida destinada a erradicar su influencia. La controversia traspasó el ámbito académico; incluso figuras del clero, como el sacerdote Andrei Kuraev, criticaron su posterior libro “Por qué creo en Dios”, considerando que su acercamiento a lo espiritual estaba más cerca del esoterismo que de la fe ortodoxa tradicional.

Conversión, Mundo Sutil y un Final Trágico

El ostracismo científico pareció conducir a Veinik hacia una búsqueda espiritual más profunda. En 1992, se convirtió formalmente a la ortodoxia y comenzó a explorar con mayor intensidad el concepto del “mundo sutil”, término con el que se refería a la presumed persistencia de la conciencia humana tras la muerte física. Esta etapa de su vida fusionó abiertamente sus hipótesis científicas con sus creencias religiosas. Sin embargo, su travesía llegó a un abrupto y trágico final el 24 de noviembre de 1996, cuando fue atropellado por un automóvil en Minsk. Sus heridas resultaron mortales, cerrando para siempre la posibilidad de que desarrollara further sus controvertidas ideas.

El Legado de un Visionario Incomprendido

La vida y obra de Albert-Viktor Veinik se erigen como un poderoso recordatorio de la delgada línea que separa la genialidad de la herejía en el progreso científico. Su caso es paradigmático de cómo las ideas que desafían radicalmente el consenso pueden ser marginadas, independientemente de la credenciales de su proponente. Hoy, Veinik es una figura de culto para quienes se interesan por los misterios no resueltos de la física y la conciencia. Su historia plantea una pregunta persistente: ¿fue un visionario que vislumbró una nueva frontera científica o un científico brillante que, tras adentrarse en territorios inexplorados, perdió el rumbo? La respuesta, como el tiempo que él intentó domar, permanece en suspenso.

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