Operación recuperación: El incidente de un drone en el Área 51 desvela el protocolo secreto para encubrir objetos estrellados

Una investigación periodística revela la anatomía de una operación de recuperación de alta seguridad y las tácticas de desinformación empleadas por las agencias gubernamentales, ofreciendo un modelo de cómo se manejaría un evento de origen no identificado.

En las primeras horas del 23 de septiembre, el silencio de la noche en el desierto de Nevada, cerca del perímetro del Área 51, fue interrumpido por una operación aérea secreta de gran envergadura. Minutos después de que un objeto no identificado se estrellara en tierra pública, a solo 16 kilómetros del límite de la base ultrasecreta, se puso en marcha un protocolo de respuesta inmediata y de una precisión milimétrica. Este incidente, investigado a fondo por el periodista George Knapp de “Weaponized” y el sitio web “Dreamland Resort”, se ha convertido en un caso de estudio sobre la anatomía de una operación de recuperación de objetos estrellados, revelando un plan preestablecido que incluye bloqueos, desinformación y una capacidad de respuesta que cuestiona la narrativa oficial sobre fenómenos aéreos no identificados.

Una Respuesta Inmediata y un Bloqueo Total

Según los registros de radiofrecuencia del Área 51 monitoreados por el investigador York Arnu, la base identificó de inmediato el objeto caído como un “activo propio”. En cuestión de minutos, se implementó un cierre total de la instalación y se desplegaron equipos de seguridad para sellar todo el valle de Tikaboo. Carreteras públicas fueron bloqueadas por personal militar armado y departamentos del sheriff, apoyados por un helicóptero. La operación fue tan meticulosa que se desplegaron baños portátiles en la zona, indicando la anticipación de una operación prolongada. La rapidez y el nivel de detalle demostraron que no se trataba de una reacción improvisada, sino de la ejecución de un plan preexistente.

Tras asegurar la zona, los equipos de recuperación utilizaron maquinaria pesada para abrir un camino en el desierto hasta el lugar del impacto, recoger todos los restos del objeto y trasladarlos a una ubicación desconocida. Sin embargo, cuando Arnu y otros investigadores localizaron el sitio y divulgaron imágenes en línea, se activó una segunda fase del protocolo: un equipo de “limpieza” regresó para cubrir toda el área con una gruesa capa de tierra, en lo que Knapp describe literalmente como “un encubrimiento”. Paralelamente, la Fuerza Aérea emitió un comunicado atribuyendo el objeto caído a la Base Aérea de Creech, especializada en drones, y alegó que personas no identificadas habían colocado restos falsos de otras aeronaves en el lugar, incluyendo un caso de bomba de entrenamiento inerte, para confundir al público. Knapp desmiente esta versión, afirmando que las grabaciones de radio confirman que el artefacto era originario del Área 51, no de Creech.

Un Manual para Futuras Recuperaciones de Fenómenos No Identificados

La relevancia de este incidente va más allá de la caída de un drone experimental. Para Knapp y su colega Jeremy Corbell, este evento es un “ejemplo de libro de texto” de cómo el gobierno estadounidense respondería a la recuperación de un objeto de tecnología avanzada o de origen no identificado. Las tácticas observadas—el sellado inmediato del área, la recolección sigilosa, la narrativa pública engañosa y la siembra de “desinformación física”—constituyen un modelo operativo. “Acabamos de ver desplegarse en tiempo real la anatomía de un encubrimiento”, señaló Knapp durante la grabación de “Weaponized”. Esta operación demuestra la existencia de equipos especializados y protocolos detallados para gestionar este tipo de eventos, respondiendo así a la pregunta de un ejecutivo anónimo que se preguntaba cómo sería posible encubrir un accidente de un objeto no convencional.

El reportaje también destaca el patrón de intimidación hacia investigadores y periodistas. Arnu fue allanado por el FBI y la OSI (Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea) en 2020, sin que hasta la fecha se le hayan presentado cargos. Un colaborador anterior de Knapp, conocido como “Chuck”, fue perseguido y allanado por el grupo de trabajo antiterrorista tras descubrir sensores de vigilancia del Área 51 en terrenos públicos. Estas acciones, según Knapp, crean un “efecto paralizante” que busca disuadir la investigación y el periodismo independiente en la zona, consolidando el control gubernamental sobre la información.

El incidente del 23 de septiembre cerca del Área 51 ha servido como una ventana única a los mecanismos de secretismo y control que definen la relación del gobierno con la tecnología aeroespacial avanzada. Lejos de ser una anécdota aislada, este caso establece un precedente claro: las agencias gubernamentales no solo tienen la capacidad, sino también un plan detallado y probado, para responder, recuperar y encubrir cualquier objeto que caiga del cielo, ya sea de origen conocido o no. Este episodio refuerza la necesidad de un escrutinio periodístico continuo y un debate público robusto sobre la transparencia y la rendición de cuentas en asuntos de seguridad nacional y fenómenos aéreos no identificados.

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