El Vuelo Eterno: La Proeza Olvidada de la Cessna que Conquistó los Cielos durante 64 Días
Un récord de resistencia aérea, establecido en 1959 con una modesta avioneta y repostes desde un camión en una carretera, permanece imbatido en los anales de la aviación.
En la bulliciosa terminal de recogida de equipajes del Aeropuerto Internacional Harry Reid de Las Vegas, un testimonio silencioso de una hazaña de la aviación casi inconcebible pende del techo. No es un jet supersónico ni un avión de combate, sino una modesta Cessna 172, apodada la “Hacienda”. Esta aeronave, aparentemente ordinaria, es la protagonista de una de las historias más asombrosas y olvidadas de la aviación: un vuelo sin escalas que duró más de dos meses y que, más de seis décadas después, conserva un récord mundial.
Una Idea Descabellada Nace en el Desierto

La historia se remonta a 1958. Robert “Bob” Timm, un expiloto de bombarderos de la Segunda Guerra Mundial que trabajaba como técnico de tragamonedas para el Hotel y Casino Hacienda, concibió una estratagema publicitaria audaz para atraer clientes al establecimiento, que entonces pasaba por dificultades. Su plan: batir el récord mundial de permanencia en vuelo. La directiva del casino, viendo el potencial mediático, financió la operación con 100.000 dólares bajo la fachada de un evento benéfico para la lucha contra el cáncer.
Timm, que ya había fracasado en tres intentos previos de récords de resistencia, sabía que no podía hacerlo solo. Reclutó a John Wayne Cook, un experimentado piloto y mecánico. Juntos, y con la ayuda crucial del mecánico Irv Kuenzi, transformaron la Cessna 172 de 1956 en una nave de resistencia extrema. Se despojó el interior, instalando un colchón para dormir, un lavabo y un inodoro plegable. Se equipó un nuevo motor Continental, aunque su característica “especial” resultó ser un mito. La modificación más crítica fue un tanque de combustible externo de 360 litros.
El Ingenioso y Peligroso Sistema de Repostaje

Dado que el reabastecimiento aéreo convencional era inviable, el equipo ingenió un método que parecía sacado de una película de riesgo. Cuando el combustible escaseaba, la Cessna descendía hasta casi rozar la carretera, volando lenta y peligrosamente cerca de la pérdida de sustentación. Un camión cisterna, circulando a toda velocidad por la autopista, seguía al avión. John Cook se asomaba entonces por una plataforma especial, recogía una manguera que le pasaba un operario desde el camión y transfería el combustible. Esta arriesgada maniobra se ejecutó 128 veces, de día y de noche, a lo largo de todo el vuelo.
El vuelo comenzó el 4 de diciembre de 1958. Timm y Cook se turnaban en los controles cada cuatro horas, sobrevolando incansablemente el desierto de Mojave. La vida en la cabina era espartana y llena de contratiempos. Fallos en el generador, la calefacción y el piloto automático fueron solo algunos de los problemas. La fatiga y el estrés fueron sus constantes compañeros; en una ocasión, Timm se despertó a los mandos descubriendo que se había desviado rumbo a México.

A pesar de todo, persistieron. El motor, cuyo aceite debía ser cambiado en pleno vuelo con el motor en marcha, acumuló más de 1.500 horas de funcionamiento continuo, un testimonio a la pericia de los mecánicos y la robustez de la máquina. La comida y los suministros les eran entregados en los mismos repostajes.
Finalmente, tras 64 días, 22 horas, 19 minutos y 5 segundos en el aire, y después de haber recorrido una distancia equivalente a seis vueltas al mundo (aproximadamente 240.000 kilómetros), los pilotos decidieron que era suficiente. El 7 de febrero de 1959, con el motor tan obstruido por depósitos de carbón que apenas generaba potencia, la Cessna Hacienda, con matrícula N9217B, aterrizó suavemente en el aeropuerto de Las Vegas ante una multitud eufórica.

Un Legado Suspendido en el Tiempo
El récord de Timm y Cook no ha sido superado para su categoría de aviones ligeros. Su historia es un tributo al ingenio humano, la tenacidad y un punto de audacia temeraria. No fue la tecnología más avanzada, sino la determinación y una solución ingeniosamente rudimentaria lo que mantuvo el avión en el aire. Hoy, el silencioso colofón de esta epopeya cuelga sobre los viajeros en Las Vegas, un recordatorio permanente de que los límites, a menudo, están hechos para ser desafiados.
