Astrónomos detectan el tercer objeto interestelar conocido: A11pl3Z, una reliquia milenaria del espacio profundo
Descubierto en Chile, A11pl3Z se convierte en el tercer visitante interestelar registrado y plantea nuevas preguntas sobre el origen y frecuencia de estos cuerpos errantes en nuestro sistema solar
Un nuevo visitante interestelar aparece en nuestros cielos
Las primeras luces del miércoles 2 de julio trajeron consigo un anuncio inesperado y fascinante para la comunidad astronómica mundial. Un objeto celeste de comportamiento anómalo, designado provisionalmente como A11pl3Z, fue confirmado como el tercer objeto interestelar jamás observado en nuestro sistema solar. El hallazgo, inicialmente detectado por el Sistema de Última Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (ATLAS) desde su observatorio en Río Hurtado, Chile, marca un hito en la comprensión del tránsito de objetos provenientes del espacio interestelar.
Posteriormente, Sam Deen y otros astrónomos verificaron la existencia de A11pl3Z utilizando imágenes obtenidas entre el 25 y el 29 de junio desde las instalaciones de ATLAS en Chile, Hawái y Sudáfrica. Su presencia fue capturada de nuevo el 2 de julio con telescopios remotos de iTelescope.Net, también en territorio chileno. Estas observaciones sucesivas permitieron trazar una órbita preliminar que confirmó lo que muchos sospechaban: no se trata de un cuerpo ligado gravitacionalmente al Sol.
Un comportamiento orbital sin precedentes
El factor más relevante que distingue a A11pl3Z es su excentricidad orbital, estimada cerca de 6,0. En términos astronómicos, una excentricidad superior a 1 implica que el objeto sigue una trayectoria hiperbólica, es decir, una órbita abierta que no lo mantendrá vinculado al sistema solar. Hasta ahora, esta es la excentricidad más alta registrada en un objeto de este tipo. Para comparación, los dos únicos predecesores interestelares conocidos, ʻOumuamua (2017) y Borisov (2019), también presentaban órbitas hiperbólicas, pero ninguna tan pronunciada como esta.
La inclinación orbital también es extraordinaria, cercana a 175 grados. Esto implica que A11pl3Z se mueve en una trayectoria casi completamente opuesta al plano orbital de los planetas, lo que indica una clara procedencia fuera de nuestro sistema estelar. Según los cálculos preliminares del investigador David Rankin del Catalina Sky Survey, esta inclinación sugiere un origen posible en el delgado disco galáctico, una estructura que contiene las estrellas más jóvenes de la Vía Láctea.
Un objeto silencioso, sin cola ni actividad
Contrario a Borisov, que mostraba actividad cometaria, A11pl3Z no presenta signos de coma ni cola. Esto refuerza la hipótesis de que podría tratarse de un asteroide interestelar rocoso, con un tamaño estimado de hasta 20 kilómetros, de acuerdo con Marshall Eubanks de Asteroid Initiatives. Eubanks también apunta que, debido a su elevada velocidad de 60 km/s y su trayectoria desde fuera del sistema solar, A11pl3Z podría ser una reliquia antigua, quizá tan antigua como el propio sistema solar.
Aunque carece de actividad, su paso por el sistema solar brindará oportunidades valiosas de observación. El perihelio —punto más cercano al Sol— ocurrirá el 29 de octubre de 2025, cuando se ubique a unas 1,35 unidades astronómicas (UA), justo fuera de la órbita de Marte. Sorprendentemente, el 3 de octubre pasará a tan solo 0,2 UA de Marte. Durante este tránsito, podría ser visible como un objeto de magnitud +11 y ser detectado por instrumentos como el Mars Reconnaissance Orbiter.
Una carrera contra el tiempo y la distancia
Desafortunadamente, debido a su posición relativa, la Tierra estará en el lado opuesto del Sol durante el perihelio del objeto, limitando la capacidad de observación directa desde nuestro planeta. A11pl3Z alcanzará su aproximación más cercana a la Tierra el 30 de octubre de 2025, pero aún se encontrará a 1,35 UA, lo que implica que será difícil de seguir con misiones espaciales tradicionales, dada su altísima velocidad de salida de 98 km/s.
Sin embargo, la comunidad científica tiene ahora herramientas más potentes para estudiar este tipo de fenómenos. El Telescopio Espacial James Webb y el recientemente inaugurado Observatorio Vera C. Rubin jugarán un papel crucial en la investigación de A11pl3Z. Este último, en particular, ya ha mostrado su capacidad al descubrir más de 2100 nuevos asteroides en su primera campaña.
Un fenómeno más común de lo que se creía
El descubrimiento de A11pl3Z refuerza la teoría de que los objetos interestelares podrían ser mucho más comunes de lo que se pensaba previamente. Su detección sugiere que, durante décadas, estos cuerpos podrían haber pasado desapercibidos debido a limitaciones tecnológicas y a su velocidad extrema. La mejora en los sistemas de alerta, junto con la cooperación internacional entre observatorios, está ampliando el horizonte de lo que podemos identificar en nuestro entorno cósmico.
Este nuevo objeto aún espera una designación oficial con la etiqueta “I” para señalar su origen interestelar. Hasta entonces, A11pl3Z continúa su silencioso viaje a través del sistema solar, proporcionando a los científicos una ventana única para estudiar las condiciones del medio interestelar y el comportamiento de los objetos que lo atraviesan.
Un mensajero de otros mundos
El hallazgo de A11pl3Z representa un avance significativo en la exploración astronómica. No se trata solo de un nuevo cuerpo celeste, sino de un visitante lejano que ha cruzado las vastas distancias del espacio para ofrecernos pistas sobre la formación y evolución del cosmos. Mientras las agencias espaciales y los observatorios ajustan sus instrumentos para seguir su recorrido, este objeto se convierte en un emblema del misterio aún latente en el universo. Su paso será breve, pero sus enseñanzas podrían ser duraderas. La ciencia, una vez más, se enfrenta al asombro y la maravilla de lo desconocido.