De las Tinieblas a la Luz: La Transformadora Experiencia de una Mujer que Afirma Haber Visto el Infierno y el Cielo
Una pastora de Oregón relata una experiencia cercana a la muerte en la que, tras ser declarada clínicamente muerta, asegura haber descendido a los abismos del infierno antes de ser rescatada por una intervención divina que redefinió su existencia y sanó su cuerpo.
Camille Gent, una pastora cristiana, sobrevivió a una sepsis mortal que la sumió en un coma de 13 días. Durante ese tiempo, vivió una odisea extracorpórea que, según su testimonio, incluyó una aterradora inmersión en el averno y una posterior revelación en el cielo, un viaje que, afirma, tuvo un propósito divino.
En 2013, Camille Gent, una pastora cristiana, se enfrentó a la muerte en una mesa de operaciones. Lo que los médicos registraron como un coma inducido por un shock séptico, ella lo vivió como un viaje trascendental a las profundidades del infierno y las alturas del cielo. Su relato, detallado en una entrevista, describe no solo una experiencia cercana a la muerte (ECM), sino una misión divina: ser testigo de las consecuencias del pecado y regresar para contarlo.
La odisea médica de Gent comenzó de manera insospechada. Un marcapasos que necesitaba para vivir se infectó con un moho negro que proliferaba en su hogar. Esta infección desencadenó una sepsis catastrófica, derrames cerebrales, fallo multiorgánico y la sumió en tres comas distintos. Los pronósticos eran desesperanzadores; los médicos luchaban contra una cascada de complicaciones que incluían insuficiencia cardíaca de grado 4, hemorragias internas, coágulos pulmonares y aneurismas cerebrales.
El Descenso a los Abismos
Fue en este estado de muerte clínica cuando la conciencia de Gent, según su testimonio, se separó de su cuerpo y comenzó un aterrador descenso. Relata cómo fue atravesando múltiples reinos de oscuridad progresiva, cada uno más siniestro que el anterior. En el cuarto nivel, se enfrentó al mismísimo Satanás. Describe cómo demonios se arrastraban sobre su carne, arañaban su piel y la atormentaban con ilusiones crueles que simulaban a su familia. Fue en este momento de máxima desesperación cuando comprendió, afirma, que Dios la había enviado allí intencionadamente. El propósito no era el castigo, sino la revelación: sobrevivir para compartir el conocimiento de la realidad que aguarda a los pecadores.
La Mano Salvadora y la Ascensión al Paraíso
Justo cuando el tormento parecía insoportable, una gigantesca mano divina irrumpió en la escena, dispersando a las entidades malignas. Según Gent, dos ángeles de enormes proporciones la impulsaron entonces hacia arriba “como una flecha”, transportándola desde las tinieblas hacia un reino de luz indescriptible. Al llegar, presenció un cielo cubierto de hierba brillante y narcisos que se mecían suavemente. Allí, describe alabanzas que fluían como el aliento, flores que se inclinaban en adoración y palabras de Dios que la inundaban “como cascadas de amor y energía”.
En la sala del trono, observó a Dios y a Jesús riendo alegremente, una imagen que inmediatamente relacionó con el Salmo 2:4: “El que mora en los cielos se reirá”. Gent afirma que permaneció en este estado durante tres días, tiempo durante el cual su cuerpo se transformó en una versión perfecta y saludable. Dios, con quien se comunicaba telepáticamente, repasó con ella los errores y pruebas de su vida, transmitiéndole que todo había servido para moldearla. “Se inclinó, me apuntó con su enorme dedo a la cara y me dijo: ‘No te equivoques, Camille, conozco el corazón de todos'”, relató al Daily Mail.
El Regreso a la Tierra y la Sanación Milagrosa
En el instante en que regresó a su cuerpo y despertó del coma de 13 días, Gent tuvo una epifanía: la búsqueda superficial de fama y fortuna carecía de todo sentido. Su devoción y propósito cristiano se vieron reafirmados. Pero el cambio no fue solo espiritual; también fue físico. Atribuye su supervivencia y una curación milagrosa a su fe y a la intervención divina. Su corazón, que había sufrido un daño extremo, se recuperó por completo, eliminando la necesidad de un marcapasos, un trasplante o una cirugía de bypass cuádruple. Su enfermera, Patty Woods, llegó a declarar entre lágrimas: “Camille, tu corazón está más sano que antes de que te enfermaras… No sé, pero algo pasó”.
Aunque la sepsis le costó la pierna izquierda y los dedos del pie derecho, informa que su cirrosis, parálisis temporal, artritis reumatoide y síntomas de derrame cerebral desaparecieron tras su experiencia. Su caso es tan extraordinario que, según afirma, el jefe de cardiología de la Universidad de Salud y Ciencia de Oregón, el Dr. Craig Broberg, “todavía da clases sobre mí porque no puede imaginar cómo viví”.
Un Testimonio que Desafía la Explicación
El relato de Camille Gent se sitúa en la intersección entre la fe, la medicina y los fenómenos inexplicables. Para los escépticos, su experiencia puede atribuirse a las alucinaciones inducidas por una actividad cerebral extrema. Para los creyentes, es un testimonio poderoso de la vida después de la muerte y la misericordia divina. Más allá de la interpretación, su historia perdura como un profundo recordatorio de la resiliencia del espíritu humano y las preguntas eternas sobre lo que hay en el más allá del umbral de la muerte. Gent vive con la convicción de que fue elegida para un propósito, y su vida es ahora la prueba viviente de un viaje que, asegura, comenzó en el infierno y terminó reconectándola con el cielo.
