El eco de la histeria colectiva: Cómo La guerra de los mundos engañó a Estados Unidos y por qué podría volver a suceder

Ocho décadas después del pánico desatado por «La Guerra de los Mundos», la combinación de inteligencia artificial, desinformación y sesgos cognitivos plantea un escenario aún más vulnerable para la credibilidad pública.

El 30 de octubre de 1938, una tranquila noche de domingo, Orson Welles y el Mercury Theatre lograron uno de los engaños más fascinantes de la historia de los medios. Su adaptación radiofónica de «La Guerra de los Mundos», de H. G. Wells, estilizada como una serie de boletines noticiosos interrumpiendo una programación musical, convenció a miles de estadounidenses de que una invasión marciana estaba en marcha. Ochenta y siete años después, en una era de deepfakes y desinformación algorítmica, la pregunta ya no es si podríamos volver a caer en una ficción similar, sino si seríamos capaces de reconocer una amenaza real.

La Noche que Conmocionó a una Nación

La genialidad—y la controversia—de la transmisión de Welles residió en su verosimilitud. Al trasladar la narrativa de la Inglaterra victoriana a localidades contemporáneas de Nueva Jersey y Nueva York, y al emplear el formato de noticieros de última hora, el programa aprovechó la confianza inherente del público en la radio como medio de información fidedigna. Aunque los informes posteriores exageraron la magnitud del pánico—en parte como reacción de la prensa escrita a la creciente influencia de la radio—, es innegable que se produjeron oleadas de histeria colectiva. Ciudadanos aterrorizados llamaron a las redacciones, se agolparon en las calles e, incluso, afirmaron haber visto los destellos de las armas de rayos marcianas en el horizonte. El episodio se convirtió en un estudio de caso sobre la psicología de masas y la poderosa influencia de los medios de comunicación.

La Era de la Desinformación Hiperrealista: Un Paisaje Vulnerable

Si el arsenal de Welles se limitaba a efectos de sonido y una narrativa convincente, las herramientas del engaño contemporáneo son exponencialmente más sofisticadas. Los deepfakes de audio y video, generados por inteligencia artificial, pueden crear representaciones falsas de figuras públicas con una precisión inquietante. En las redes sociales, donde la velocidad de propagación supera a la verificación, un vídeo falso de un objeto volador no identificado o de un líder político declarando una emergencia extraterrestre podría viralizarse en minutos, legitimado por cuentas automatizadas y cajas de resonancia algorítmicas.

El ciudadano moderno no solo enfrenta la dificultad de discernir lo real de lo fabricado, sino también la fatiga informativa que lleva a un consumo superficial. En 1938, el engaño se disipó al sintonizar otra emisora o al escuchar la aclaración final del programa. Hoy, un usuario podría encontrar decenas de versiones contradictorias de un mismo evento, dificultando la construcción de una verdad consensuada.

El Caso del Cometa 3I Atlas y la Ciencia en el Debate Público

El creciente interés en torno al cometa interestelar 3I/Atlas ha reavivado el debate sobre el posible origen extraterrestre de ciertos objetos cósmicos, impulsado por planteamientos como los del profesor Avi Loeb, quien sostiene que algunos de estos cuerpos podrían ser artefactos de civilizaciones inteligentes. No obstante, este tipo de afirmaciones, carentes de evidencia científica verificable, han contribuido a la generación de desinformación, imágenes falsas y teorías infundadas que se difunden con facilidad en medios y redes sociales.

Tal situación pone de manifiesto la responsabilidad que debe asumir todo científico al comunicar hipótesis no comprobadas, especialmente cuando estas son interpretadas por el público como verdades absolutas. A medida que el cometa 3I/Atlas continúa su trayectoria y las observaciones astronómicas desmienten los supuestos indicios de origen artificial, las teorías de Loeb pierden sustento, recordándonos la importancia de mantener el rigor, la prudencia y el escepticismo como pilares fundamentales del pensamiento científico.

La Paradoja de la Credibilidad

La lección perdurable de «La Guerra de los Mundos» es una paradoja. Por un lado, nos alerta sobre nuestra susceptibilidad a ser engañados por ficciones presentadas como hechos. Por el otro, sugiere un riesgo inverso igualmente preocupante: la incapacidad de reaccionar ante una amenaza verídica debido al escepticismo generalizado y al ruido desinformativo. La sociedad del siglo XXI, armada con tecnología omnipresente pero desgastada por la sobreinformación, podría ser tan propensa al pánico infundado como la de 1938, o incluso más ciega ante una crisis genuina. La defensa más robusta no reside en una imposible inmunidad a la falsedad, sino en fomentar un ecosistema informativo que priorice la verificación, eduque en el pensamiento crítico y distinga con claridad entre la especulación fascinante y el rigor científico.

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