El encuentro OVNI de Alaska: El misterio sin resolver del JAL 1628 y la “Nave Nodriza” que desafió a la FAA
A 35,000 pies sobre Alaska, una tripulación experimentada de Japan Air Lines reportó un objeto del tamaño de un portaaviones. Cuatro décadas después, el caso sigue siendo el estándar de oro de los avistamientos pilotados.
La noche del 17 de noviembre de 1986, el vuelo de carga 1628 de Japan Air Lines (JAL), un Boeing 747, realizaba una ruta tranquila desde París a Anchorage. A bordo, tres veteranos aviadores con décadas de experiencia. Lo que ocurrió durante la siguiente hora desafiaría todo su entrenamiento, pondría a prueba los protocolos de control aéreo de Estados Unidos y generaría uno de los expedientes OVNI más densos y fascinantes de la historia de la aviación. Un encuentro con luces inteligentes y una silueta colosal que, a pesar de una investigación oficial, nunca fue explicado de manera satisfactoria.
El Incidente: Una Cronología de lo Inexplicable
Imagen the black vault
A las 17:19 (hora estándar de Alaska), el capitán Kenju Terauchi contactó al Centro de Control de Tráfico Aéreo (ARTCC) de Anchorage. Su pregunta era rutinaria: verificar tráfico en su altitud de 35,000 pies. La respuesta fue negativa; no había nadie más. Sin embargo, en ese preciso instante, Terauchi y su tripulación observaron luces intensas, blancas y amarillas, a apenas una milla de distancia. El radar de Anchorage no mostró nada.
Minutos después, a las 17:25, el radar meteorológico a bordo del 747 detectó un objeto sólido a 7-8 millas náuticas, activando la alarma de proximidad. La Fuerza Aérea en la Base Elmendorf fue alertada. Su radar primario (que detecta ecos sin transpondedor) captó brevemente un objetivo no identificado cerca del JAL 1628 a las 17:26, para perderlo segundos después.
La situación escaló a las 17:31. El capitán Terauchi, al vislumbrar la silueta del objeto contra el cielo crepuscular, lo describió como “enorme… dos veces más grande que un portaaviones”. Preocupado por una colisión, Anchorage le autorizó maniobras evasivas. El 747 descendió y giró, pero el objeto lo imitó perfectamente, manteniendo una formación cerrada y constante, como si estuviera anclado a su costado.
Imagen the black vault
La Investigación de la FAA y la Respuesta Oficial
Al aterrizar, la tripulación fue sometida a entrevistas separadas por investigadores de la Administración Federal de Aviación (FAA). Se les encontró sobria, coherente y profesional. Su relato era consistente: primero, dos objetos más pequeños con luces pulsantes que “inspeccionaron” su avión, iluminando la cabina con su resplandor; luego, la aparición de una “nave nodriza” gigantesca, con una forma que Terauchi comparó con una nuez o el planeta Saturno, de color gris metálico opaco.
La FAA recopiló más de 150 páginas de datos, incluidos registros de radar, transcripciones de comunicaciones y los bocetos realizados por Terauchi. Inicialmente, un portavoz confirmó que el radar militar había detectado un objetivo no identificado. Sin embargo, la conclusión oficial, publicada en marzo de 1987, fue ambivalente: no se pudo corroborar la presencia de otra aeronave, atribuyendo los ecos de radar a posibles “anomalías” o una “imagen dividida” del propio JAL 1628. La FAA cerró el caso declarando que, si bien no podía explicar lo que la tripulación vio, tampoco tenía evidencia para demostrar que era algo extraordinario.
El Debate y el Legado Permanente
El caso se convirtió en un imenso fenómeno mediático. Escépticos como Philip J. Klass argumentaron que la tripulación había confundido al planeta Júpiter y a la estrella Sirius con una nave, y que las anomalías de radar eran simples fallos técnicos. Señalaron las experiencias previas de Terauchi con ovnis como un posible sesgo.
Por otro lado, investigadores como el Dr. Bruce Maccabee defendieron la solidez del testimonio y la credibilidad de los contactos de radar intermitentes, argumentando que ningún fenómeno astronómico puede realizar maniobras coordinadas con un avión. El legado del JAL 1628 es profundo. Se erige como un caso emblemático debido a la credibilidad de los testigos, la participación oficial y la riqueza de la documentación. Subraya la dificultad de investigar fenómenos aéreos no identificados (UAP, por sus siglas en inglés) y el estigma profesional que aún enfrentan los pilotos que reportan estos incidentes. Cuatro décadas después, el misterio sobre lo que siguió al vuelo 1628 sobre Alaska permanece tan intrigante como siempre.
Con información the black Vault