El Enigma del Hindu Kush: El OVNI que Afganistán Recuperó y la CIA Archivó como “Globo” en 1956
Documentos desclasificados revelan la extraña historia de un objeto metálico con ventanas que se estrelló cerca de Baghlan, su intento de transporte por parte de autoridades locales y el abrupto silencio de la inteligencia estadounidense.
En los fríos archivos del Proyecto Libro Azul de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, entre miles de avistamientos rutinarios, se esconde el expediente número 7340: un caso que desafía la clasificación simple y que narra un incidente de potencial recuperación de un objeto volador no identificado en las remotas montañas de Afganistán. Los hechos, ocurridos en enero de 1956, combinan el testimonio de autoridades locales, la inmediata intervención de la inteligencia estadounidense y una conclusión oficial que, para muchos investigadores, resulta profundamente insatisfactoria.

El Avistamiento y la Recuperación
A mediados de enero de 1956, la agencia de noticias estatal Bakhtar informó sobre una oleada de avistamientos de “platillos voladores” sobre varias provincias afganas, incluyendo Herat y Behsud. La situación escaló rápidamente cuando el gobernador de la provincia de Kataghan emitió un comunicado oficial: un objeto de naturaleza desconocida se había estrellado o aterrizado en un área cercana a las coordenadas 36°25’N, 69°05’E, en las proximidades de Baghlan. La descripción proporcionada era notablemente específica: un artefacto de aproximadamente 15 metros de circunferencia, con un cuerpo de apariencia metálica, una forma claramente de platillo y una hilera de gruesos cristales o ventanas en su borde exterior. Las autoridades locales, tras hallarlo, lo catalogaron como un “objeto móvil” y decidieron trasladarlo a la capital, Kabul, para su inspección por parte del Ministerio de Defensa.

El informe interno estadounidense detalla un esfuerzo de transporte casi épico y rudimentario. Citando fuentes afganas, el documento señala: “Los afganos están intentando transportarla… no hay ningún vehículo disponible”. Esta frase pinta un cuadro vívido de lugareños posiblemente empleando animales de carga o métodos improvisados para mover un pesado objeto metálico a través del escarpado terreno del Hindu Kush. La noticia de este hallazgo llegó rápidamente a oídos del agregado aéreo de la Embajada de los Estados Unidos en Kabul. Inmediatamente, se programó un vuelo de reconocimiento para el 25 de enero de 1956 con el objetivo de verificar in situ la naturaleza del artefacto y, potencialmente, fotografiarlo o examinarlo.

El Muro de Silencio
Sin embargo, en un giro que alimenta las teorías conspirativas, la operación fue cancelada de manera abrupta y sin una explicación clara. No existen registros de que el vuelo se llevara a cabo ni de que ningún oficial estadounidense llegara a ver el objeto. El caso, que había generado un notable interés inicial, se cerró de golpe. El Proyecto Libro Azul, tras lo que se presenta como una investigación, archivó el incidente con la etiqueta: “Era un globo / Probablemente un globo. Datos insuficientes para la evaluación”. Esta conclusión choca frontalmente con la descripción física proporcionada por el gobernador afgano, ya que los globos meteorológicos o de reconocimiento, comunes en la época, no poseen una estructura metálica rígida, una forma de platillo ni ventanas de cristal grueso.
Un Misterio Duradero en la Ruta de la Seda
Setenta años después, el incidente OVNI de Baghlan permanece como una herida abierta en la ufología histórica. Las preguntas cruciales siguen sin respuesta: ¿Consiguieron las autoridades afganas finalmente trasladar y ocultar el artefacto? ¿Fue la cancelación del vuelo estadounidense el resultado de un acuerdo secreto o de una intervención de una potencia rival en el contexto de la Guerra Fría? La discrepancia entre la evidencia testimonial inicial y la conclusión oficial sugiere que la historia completa no fue recogida en los archivos públicos. Este episodio, a menudo pasado por alto, se erige como un “Roswell afgano”, un recordatorio de que algunos de los misterios más profundos no yacen en los desiertos de Nuevo México, sino en los valles olvidados de la antigua Ruta de la Seda, donde la verdad parece haberse esfumado tan completamente como el propio objeto.
