El Expediente Desclasificado: La Inesperada Investigación del FBI sobre la Leyenda de Bigfoot
En un insólito episodio que parece extraído de un guion de cine, el Federal Bureau of Investigation (FBI) de los Estados Unidos alberga en sus archivos digitales un expediente dedicado a una de las criaturas más elusivas de la cultura popular: Bigfoot. A través de su plataforma “The Vault”, una iniciativa transparente bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA), la agencia ha hecho públicos documentos que detallan una investigación científica real llevada a cabo hace casi cinco décadas. Esta publicación no solo alimenta la curiosidad pública, sino que plantea interrogantes sobre el papel de las instituciones gubernamentales en la exploración de lo desconocido.
Una Bóveda de Misterios y Curiosidades

“The Vault” del FBI se ha consolidado como un repositorio digital de incalculable valor histórico y periodístico. En él, ciudadanos e investigadores pueden acceder a miles de documentos previamente clasificados sobre figuras y eventos que han marcado la historia norteamericana. Desde dosieres de notorios gánsters hasta expedientes de celebridades fallecidas, la biblioteca ofrece una ventana única a los asuntos que, en su momento, captaron la atención de la agencia federal. Es en este contexto donde la inclusión de un expediente sobre una criatura mitológica adquiere una relevancia singular.

La Petición Oficial: Criptozoólogos Buscan la Verdad

El núcleo del expediente, compuesto por 22 páginas de correspondencia y reportes de laboratorio, se desarrolla entre 1976 y 1977. La comunicación fue iniciada por Peter Byrne, director del Bigfoot Information Center (BIC) con sede en The Dalles, Oregon. En una carta formal dirigida a la División de Servicios Científicos y Técnicos del FBI, Byrne solicitaba el análisis de una muestra biológica considerada por su equipo como potencialmente revolucionaria: unos 15 pelos adheridos a un fragmento de piel, que no correspondían a ningún animal conocido en la región.
El tono de la solicitud era de seriedad y urgencia. Byrne argumentaba que, tras años de búsqueda, esta era la primera evidencia física que merecía un examen riguroso. Inicialmente, el FBI se mostró renuente, aclarando que su laboratorio se dedicaba primordialmente a apoyar investigaciones criminales. Sin embargo, la creciente cobertura mediática en periódicos de gran tirada, como el New York Times, sobre la posible existencia de Bigfoot, persuadió a la agencia para aceptar la muestra y proceder con los análisis.

El Veredicto del Laboratorio: Una Conclusión Definitiva para una Muestra, No para la Leyenda
Tras varios meses de exámenes meticulosos, el FBI emitió su conclusión en una comunicación dirigida a Byrne y a la Academia de Ciencias Aplicadas, organización que financiaba la investigación. El informe de laboratorio, fechado en 1977, fue categórico: “Como resultado de estos exámenes se concluyó que los pelos son de origen de la familia de los ciervos”. Este dictamen zanjó oficialmente la investigación sobre esa muestra en particular, desmontando las esperanzas de quienes creían haber obtenido la primera prueba física irrefutable de Sasquatch.
Un Caso Cerrado en Papel, pero no se cierra el Misterio.
Si bien el expediente del FBI sobre Bigfoot concluye con una explicación prosaica para las muestras analizadas, su existencia misma legitima la profundidad cultural y la persistencia de la leyenda. La decisión de la agencia de involucrarse, aunque fuera de manera limitada, refleja el impacto social del fenómeno. No obstante, este capítulo no agota el enigma. La leyenda de Bigfoot se sustenta en un vasto corpus de testimonios visuales, presuntos avistamientos filmados y relatos ancestrales de diversas culturas, no solo en los bosques de Norteamérica, sino también en las densas selvas de América del Sur y otras regiones del mundo.
La investigación federal responde a una pregunta específica sobre una evidencia concreta, pero no invalida los cientos, sino miles, de testimonios acumulados a lo largo de décadas. El expediente desclasificado, lejos de ser el punto final, se erige como un fascinante recordatorio de que algunos misterios, por más que sean sometidos al frío escrutinio de la ciencia, conservan un poder de fascinación imperecedero. La búsqueda de la verdad sobre Pie Grande continúa, impulsada por una fe inquebrantable en lo que podría estar al acecho en los lugares más remotos del planeta.
