El James Webb y la caza de vida alienígena: Científicos analizan biofirmas en exoplanetas distantes

A tres años de su lanzamiento, el telescopio espacial más potente de la historia está redefiniendo la búsqueda de mundos habitables, con candidatos como K2-18b y LHS 1140 b en el punto de mira, a pesar de los desafíos técnicos y la feroz competencia por su tiempo de observación.

En la inmensidad del cosmos, a 120 años luz de la Tierra, orbita un mundo oceánico llamado K2-18b. Imagine un planeta cubierto por un vasto océano, donde posibles floraciones de organismos similares al plancton liberan un gas que impregna la atmósfera. Este compuesto, el sulfuro de dimetilo (DMS), huele a repollo dulce y, en nuestro planeta, solo es producido por la vida. Su detección tentativa por el Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha encendido un intenso debate científico y representa la vanguardia de una misión sin precedentes: encontrar evidencia de vida más allá de nuestro sistema solar.

Un Nuevo Amanecer en la Astrobiología

El JWST, una maravilla de la ingeniería internacional, ha proporcionado en apenas tres años más datos sobre las atmósferas de exoplanetas que todas las misiones anteriores combinadas. Su capacidad de espectroscopia infrarroja de ultra alta precisión permite a los científicos diseccionar la luz de estrellas lejanas que ha filtrado a través de las atmósferas de planetas alienígenas, buscando las huellas químicas de moléculas asociadas a procesos biológicos, conocidas como biofirmas.

“Nos encontramos en un momento crucial en la búsqueda de vida, ya que ahora contamos con la capacidad tecnológica para hacerlo”, afirmó la Dra. Victoria Meadows, profesora de astronomía en la Universidad de Washington. “Antes del JWST, simplemente no teníamos la potencia para analizar estas atmósferas con este nivel de detalle”.

La estrategia del JWST no consiste en capturar imágenes directas de superficies o escuchar señales de radio, sino en un análisis espectral minucioso. Durante un tránsito —cuando un planeta cruza frente a su estrella— la luz estelar se filtra a través de su atmósfera. Las moléculas presentes absorben longitudes de onda específicas de luz, creando una firma espectral única que el JWST puede leer.

“El primer paso para encontrar vida es encontrar una atmósfera”, explicó el Dr. Sebastian Zieba, investigador del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian. “Para que haya agua líquida en la superficie, se necesita una atmósfera que proporcione la presión y el clima adecuados”. El JWST busca combinaciones de moléculas como vapor de agua, dióxido de carbono, metano y, potencialmente, DMS, que en conjunto podrían indicar un metabolismo biológico.

El Caso de K2-18b: ¿Evidencia o Espejismo?

El exoplaneta K2-18b se ha convertido en el epicentro de este emocionante y cauteloso campo. Un equipo de la Universidad de Cambridge reportó en 2023 la posible detección de DMS en su atmósfera. De confirmarse, sería un hallazgo revolucionario. Sin embargo, la comunidad científica urge prudencia.

El Dr. René Doyon, investigador principal de uno de los instrumentos del JWST, señaló que “los datos del Webb son muy complejos. Se han publicado resultados que no siempre son consistentes. Dependiendo de quién haya reducido los datos, se obtiene una respuesta diferente”. La detección de DMS en K2-18b se sitúa actualmente en un nivel de confianza estadística de 3 sigma, muy por debajo del umbral de 5 sigma que la comunidad exige para reclamar un descubrimiento definitivo.

El JWST no apuesta todo a una sola carta. Otro candidato extraordinario es LHS 1140 b, un mundo ubicado a 50 años luz. Observaciones recientes sugieren que no es una supertierra rocosa, sino un “mundo acuático” o incluso un “planeta globo ocular”, con un posible océano de agua líquida estable apuntando permanentemente hacia su estrella.

“Si tuviera que apostar una cerveza sobre si tiene atmósfera, probablemente la tiene”, afirmó el Dr. Doyon sobre LHS 1140 b. No obstante, confirmar esta y otras hipótesis requiere decenas de horas de preciado tiempo de observación, el recurso más escaso del JWST.

Mientras tanto, el famoso sistema TRAPPIST-1, con sus siete planetas rocosos, ha resultado ser una decepción inicial, ya que el JWST no ha encontrado evidencias sólidas de atmósferas en ellos, posiblemente erosionadas por la radiación de su estrella.

La misión del JWST enfrenta obstáculos significativos. Además de la feroz competencia por su tiempo —con miles de propuestas compitiendo por una fracción del disponible—, el telescopio tiene limitaciones inherentes. No puede detectar oxígeno molecular, una biofirma clave para planetas similares a la Tierra moderna, ya que simplemente no es lo suficientemente sensible a esa firma espectral en particular.

El futuro de esta búsqueda recaerá en una nueva generación de observatorios, como el Telescopio Extremadamente Grande (ELT) en Chile y el propuesto Observatorio de Mundos Habitables de la NASA, diseñados específicamente para caracterizar las superficies y las atmósferas de planetas terrestres con una precisión aún mayor.

Un Viaje que Acaba de Comenzar

El Telescopio Espacial James Webb ya ha transformado la ciencia de los exoplanetas, pasando de la mera detección a la caracterización atmosférica detallada. Si bien es posible que no anuncie el descubrimiento definitivo de vida extraterrestre mañana, está sentando las bases irrefutables para esa posibilidad histórica. Cada observación, cada espectro analizado, es un paso más hacia la respuesta a una de las preguntas más profundas de la humanidad: ¿estamos solos en el universo? El JWST está asegurando que, por primera vez, nuestra respuesta esté basada no en especulación, sino en datos concretos, acercándonos a un momento que, como afirmó el astrobiólogo Eddie Schwieterman, “será un referente científico y cultural. Los niños aprenderán sobre él en la escuela”.

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