Evidencia científica sugiere que la luna pudo albergar vida en su pasado remoto
Un revolucionario estudio en astrobiología postula que, durante dos periodos de su historia temprana, nuestro satélite natural reunió las condiciones necesarias para ser “transitoriamente habitable”.
La Luna, ese desolado y árido compañero celeste de la Tierra, podría guardar un secreto primordial que reescribiría su historia: la posibilidad de que alguna vez albergó vida. Contrario a su imagen actual de mundo sin aire ni agua, un audaz informe científico afirma que existieron al menos dos ventanas de tiempo, hace miles de millones de años, donde las condiciones en la superficie lunar fueron potencialmente habitables para formas de vida microscópica.
La investigación, publicada en la prestigiosa revista Astrobiology, se basa en el análisis exhaustivo de muestras de rocas y suelo lunar. Los datos indican que poco después de su formación, hace aproximadamente 4.000 millones de años, y posteriormente durante un pico de actividad volcánica hace unos 3.500 millones de años, la Luna experimentó procesos geológicos cruciales. Durante estas eras, el joven satélite expulsó grandes volúmenes de gases sobrecalentados desde su interior, incluyendo cantidades significativas de vapor de agua.
Según los astrobiólogos responsables del estudio, este vapor de agua podría haber condensado y formado charcos temporales de agua líquida en la superficie, un ingrediente fundamental para la vida tal como la conocemos. Este fenómeno, combinado con las emisiones gaseosas, pudo haber generado una atmósfera transitoria pero lo suficientemente densa como para permitir la existencia de estos cuerpos de agua.
El profesor Dirk Schulze-Makuch, astrobiólogo de la Universidad Estatal de Washington y autor principal del estudio, lo explicó con claridad: “Si hubo agua líquida y una atmósfera significativa en la Luna primitiva durante largos períodos de tiempo, creemos que la superficie lunar habría sido al menos transitoriamente habitable”. Esta afirmación se ve reforzada por misiones espaciales previas, como la de 2010, que confirmó la presencia de cientos de millones de toneladas de hielo de agua en los polos lunares.
Además, la evidencia geológica sugiere que la Luna primitiva estaba protegida por un campo magnético global. Este escudo invisible habría sido vital para desviar los mortíferos vientos solares, protegiendo así cualquier forma de vida incipiente o cualquier molécula orgánica de la esterilización por radiación.
La investigación también explora un mecanismo fascinante para el posible transporte de vida: la panspermia. Los científicos teorizan que meteoritos impactando contra la Tierra primitiva, que ya podría haber desarrollado sus propios microbios, pudieron desprender material de la corteza terrestre y eyectarlo al espacio. Parte de este material, conteniendo organismos extremófilos, podría haber viajado hasta la Luna y aterrizado en esos hipotéticos y acogedores charcos de agua templada.
“No hay evidencia directa de que la vida existiera en la Luna, pero el escenario es plausible”, concluyó Schulze-Makuch. “Microbios terrestres podrían haber encontrado un refugio transitorio en esas pozas lunares, prosperando hasta que las condiciones se volvieron inhóspitas”. El siguiente paso crucial será analizar muestras de las regiones volcánicas antiguas de la Luna en futuras misiones, buscando evidencias geoquímicas o biológicas que confirmen esta revolucionaria hipótesis.
Este estudio no propone que la Luna albergara civilizaciones, sino que abre la puerta a la posibilidad de una habitabilidad microbiana pasada. Cambia la percepción de la Luna de una roca estéril a un mundo dinámico con una historia geológica compleja y potencialmente biológica. Sus hallazgos subrayan la interconexión entre la Tierra y la Luna y refuerzan la idea de que los ingredientes para la vida pueden ser más resilientes y estar más extendidos de lo que se pensaba, desafiándonos a mirar nuestro satélite con nuevos ojos y a redoblar la búsqueda de sus secretos más profundos.