Extraño resplandor en el espacio: la colisión de planetas gigantes crea un espectáculo cósmico

En diciembre de 2021, la estrella similar al Sol, conocida como ASASSN-21qj, ubicada a 1.800 años luz de la Tierra, comenzó a parpadear, desconcertando a los astrónomos. Este evento inusual condujo a descubrimientos innovadores, ofreciendo una oportunidad única de observar la creación de un nuevo planeta y comprender los misterios de la formación planetaria.

Los astrónomos informaron recientemente sobre sus hallazgos, sugiriendo que los dos conjuntos de observaciones pueden estar relacionados con una colisión planetaria catastrófica, comúnmente conocida como impacto gigante. Se cree que tales eventos son fundamentales en las etapas finales de la formación planetaria, influyendo en los tamaños, composiciones y configuraciones orbitales de los planetas.

En nuestro sistema solar, se cree que los impactos gigantes dieron forma a la inclinación de Urano, la alta densidad de Mercurio y la existencia de la Luna.

La colisión entre los dos planetas debió liberar más energía en sus primeras horas de la que emite la propia estrella. El impacto habría dado lugar a materiales sobrecalentados, derretidos o vaporizados de los cuerpos en colisión, formando una masa caliente y brillante muchas veces más grande que los planetas originales.

El telescopio espacial WISE de la NASA capturó el brillo infrarrojo de ASASSN-21qj, aunque probablemente pasó por alto el destello de luz inicial del impacto debido a observaciones poco frecuentes. Este “cuerpo posterior al impacto” puede tardar millones de años en enfriarse y reducirse hasta convertirse en un nuevo planeta reconocible.

La colisión también expulsó nubes de escombros a varias órbitas alrededor de la estrella. Algunos de estos escombros se vaporizaron, formando luego nubes de pequeños hielo y cristales de roca, bloqueando la luz visible de la estrella y provocando una atenuación errática.

Las observaciones sugieren que la colisión involucró planetas de varias veces la masa de la Tierra, posiblemente similares a los planetas “gigantes de hielo” Urano y Neptuno. La temperatura del cuerpo posterior al impacto, estimada en unos 700°C, indica que estos planetas contenían elementos con bajos puntos de ebullición, como el agua.

El retraso de tiempo entre la emisión de luz infrarroja y la observación de los escombros cruzando la estrella indica que la colisión ocurrió a una distancia considerable de la estrella, asemejándose a la configuración de nuestro sistema solar con gigantes de hielo ubicados lejos de la estrella.

Los investigadores están entusiasmados con las perspectivas de continuar monitoreando este sistema durante décadas, utilizando telescopios como el JWST de la NASA para determinar la composición de las nubes de escombros, las propiedades del cuerpo después del impacto y el proceso de enfriamiento. Estas observaciones prometen revolucionar nuestra comprensión de la formación planetaria, ofreciendo una visión en tiempo real sin precedentes del nacimiento de un nuevo planeta y el impacto de las colisiones gigantes en la configuración de sistemas planetarios más allá de nuestro sistema solar.

Los hallazgos fueron publicados en la revista Nature .

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