Informe médico advierte sobre riesgos para la salud por exposición a fenómenos aéreos no identificados
Una revisión científica de la Fundación Unhidden urge a los sistemas de salud a reconocer y tratar las lesiones documentadas, que incluyen quemaduras, síntomas neurológicos y exposición a radiación, tras encuentros cercanos.
Un nuevo y exhaustivo informe médico está desafiando a la comunidad sanitaria global a enfrentar un fenómeno del que, hasta ahora, se había ocupado principalmente la ufología y los ámbitos de la defensa: los impactos en la salud humana derivados de encuentros con Fenómenos Aéreos No Identificados (UAPs). La revisión, publicada este mes por la Fundación Unhidden, argumenta que existe una “evidencia creíble” de daños físicos, fisiológicos y psicológicos asociados a estas exposiciones, y que la medicina civil debe dejar de ignorarlos.
El documento, de 50 páginas, no se centra en el debate sobre los orígenes de los UAPs, sino que compila meticulosamente informes médicos y casos históricos para pintar un cuadro clínico coherente. Su objetivo principal es replantear el tema, trasladándolo de la esfera de la guerra cultural a la de la salud pública, y proveer a los profesionales sanitarios de las herramientas iniciales para abordarlo con rigor y sin prejuicios.
La fundación del informe se basa en cuatro conclusiones clave. En primer lugar, reconoce la realidad física de los UAPs, citando evaluaciones gubernamentales de Estados Unidos y el Reino Unido. En segundo lugar, afirma que estos fenómenos pueden dañar la salud humana. El tercer punto identifica la exposición a radiofrecuencias y microondas (en el rango de 400 MHz-2 GHz) como un mecanismo de lesión probable. Finalmente, advierte que gran parte de la investigación relevante permanece clasificada en canales de defensa, lo que deja a los médicos civiles en la oscuridad.
La revisión sintetiza hallazgos de programas gubernamentales como el Programa de Aplicaciones de Sistemas de Armas Aeroespaciales Avanzados (AAWSAP) de la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE. UU. (DIA). Dichos estudios, algunos recientemente desclasificados, ya detallaban patrones de lesión en humanos próximos a fenómenos anómalos, atribuyéndolos principalmente a los efectos de campos de radiación electromagnética. Los síntomas documentados van más allá de simples quemaduras térmicas, incluyendo cefaleas agudas, vértigo, náuseas, alteraciones del sueño, parestesias persistentes y efectos neurosensoriales.
Casos emblemáticos como el de Falcon Lake en Canadá (1967), donde el testigo sufrió quemaduras en un patrón de cuadrícula y síntomas neurológicos prolongados, o el incidente Cash-Landrum en EE. UU. (1980), que resultó en una enfermedad aguda compatible con exposición a alta energía, son analizados no como misterios, sino como precedentes clínicos valiosos que ilustran un patrón de sintomatología recurrente.
Uno de los obstáculos más significativos, según el informe, es el estigma. El prólogo, a cargo del respetado investigador Dr. Jacques Vallée, señala que el miedo al ridículo o a diagnósticos erróneos lleva a los testigos a evitar a los médicos, perpetuando un vacío de datos. Este estigma “impide conversaciones profesionales adecuadas” y deja a los pacientes sin el apoyo necesario, delegando su cuidado a comunidades de investigadores no clínicos.
Frente a este escenario, la Fundación Unhidden propone soluciones prácticas y concretas. Aboga por la creación de vías clínicas seguras que permitan a un médico de cabecera o a un personal de urgencias saber cómo proceder: a qué especialista derivar al paciente, qué pruebas de laboratorio o imagen solicitar (con énfasis en exámenes neurológicos y oculares) y cómo documentar los casos de manera objetiva. El grupo hace un llamado explícito a la comunidad médica para que contribuya con sus observaciones y correcciones, con el fin de elaborar una segunda edición más robusta del informe.
El informe de la Fundación Unhidden marca un punto de inflexión crucial al insistir en que, independientemente del origen último de los UAPs, sus efectos sobre la salud humana son reales, medibles y merecen una respuesta médica seria y compasiva. No pide a los profesionales que crean en ovnis, sino que escuchen a sus pacientes y consideren una nueva etiología para un conjunto de síntomas complejos. Al hacerlo, traslada la conversación del terreno de lo especulativo al de la práctica clínica, subrayando la necesidad de transparencia gubernamental, investigación independiente y, sobre todo, del establecimiento de estándares de atención que prioricen el bienestar de las personas afectadas por estos enigmáticos fenómenos.
Con informacion de Liberationtime.com