La “Apatía Cósmica”: Un Científico de la NASA Propone que el Silencio Extraterrestre se Debe al Aburrimiento

La Paradoja de Fermi Encuentra una Respuesta Prosaica: Civilizaciones Avanzadas Podrían Considerar el Universo Poco Interesante y No Merecedor de un Esfuerzo de Contacto

En la inmensidad silenciosa del cosmos, una pregunta persiste con obstinada urgencia: si el universo alberga tantas posibilidades, ¿por qué ninguna civilización ha anunciado su presencia? Durante décadas, la Paradoja de Fermi ha servido como recordatorio de nuestra aparente soledad, generando teorías que oscilan entre lo cataclísmico y lo conspirativo. Sin embargo, una nueva y provocadora hipótesis emerge desde el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, planteando una posibilidad casi mundana: las civilizaciones extraterrestres podrían existir, pero simplemente no les interesa comunicarse. No por miedo o aislamiento, sino por una profunda indiferencia.

El astrofísico Robin Corbet propone un marco conceptual que denomina “mundanidad radical”, desafiando la narrativa antropocéntrica que asume una compulsión universal por la expansión y la exploración. Su trabajo, publicado en un análisis interno que está ganando atención en círculos astrobiológicos, sugiere que las especies inteligentes, tras alcanzar cierto nivel tecnológico y de bienestar, podrían enfrentarse a un “techo motivacional”. La premisa es que la curiosidad, motor fundamental en las fases de desarrollo, podría no ser infinita, especialmente cuando los costes de la exploración interestelar son muchísimo con respecto a sus beneficios percibidos.

El Alto Coste de la Curiosidad Insatisfecha

Corbet elabora su teoría mediante un riguroso análisis económico-energético. Una civilización suficientemente avanzada para contemplar viajes interestelares habría necesariamente dominado la física de su entorno inmediato. El salto hacia la galaxia, sin embargo, implica desafíos de una magnitud diferente: distancias abismales, tiempos de viaje que abarcan generaciones o milenios, y un gasto energético que podría equivaler a los recursos de sistemas estelares enteros. “Si una sociedad ha alcanzado una estabilidad post-escasez, donde sus necesidades materiales y cognitivas están cubiertas”, explica Corbet, “la motivación para emprender semejantes proezas se reduce drásticamente, a menos que espere una recompensa transformadora”.

Aquí es donde introduce el concepto de “habituación cósmica”. Así como un organismo biológico deja de responder a un estímulo repetitivo, una civilización que, tras explorar varios sistemas vecinos, solo encuentre variaciones de lo ya conocido—planetas rocosos, gigantes gaseosos, o vida microbial básica—podría concluir que el universo es esencialmente homogéneo en sus componentes fundamentales. El descubrimiento de una especie inteligente como la humana, aún tecnológicamente primitiva, podría no representar un hito lo suficientemente estimulante como para justificar el viaje. No seríamos una amenaza ni un tesoro; seríamos, en el mejor de los casos, una nota a pie de página en una enciclopedia galáctica ya muy completa.

Implicaciones para la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI)

Esta perspectiva tiene consecuencias profundas para iniciativas como SETI. Tradicionalmente, la búsqueda se ha centrado en detectar señales deliberadas o “firmas tecnológicas” evidentes, como esferas de Dyson o transmisiones de radio potentes. La teoría de la apatía cósmica sugiere que quizás debamos buscar “firmas de indiferencia”: civilizaciones cuyas huellas tecnológicas sean sutiles, eficientes y dirigidas hacia adentro, no hacia la comunicación interestelar. El silencio que detectamos no sería un “gran filtro” que todas las civilizaciones superan, sino el sonido de la satisfacción y el enfoque en asuntos domésticos.

Corbet no descarta el contacto, pero lo recontextualiza. “El descubrimiento de vida extraterrestre, incluso inteligente, puede no suponer un salto cuántico en nuestro nivel tecnológico y podría, de hecho, decepcionarnos”, señala. Podríamos toparnos con “almas gemelas” cósmicas que, sin embargo, prefieran resolver sus propios desafíos filosóficos y sociales antes que interactuar con vecinos distantes y probablemente disruptivos. La galaxia, en este escenario, no sería un campo de batalla ni una federación unida, sino un vasto archipiélago de civilizaciones introspectivas, cada una inmersa en su propia experiencia de la realidad.

Esta teoría se une a un corpus científico cada vez más diverso que busca explicar el Gran Silencio. Curiosamente, se produce poco después de que un equipo internacional de investigadores publicara un estudio que, mediante argumentos matemáticos, refuta la posibilidad de que nuestro universo sea una simulación informática al estilo de “Matrix”, una idea popularizada por figuras como Elon Musk. Ambas líneas de pensamiento—la de Corbet y la de la refutación de la simulación—apuntan hacia una realidad física y biológica que, aunque extraordinaria, opera bajo principios de eficiencia y probabilidad que pueden resultar menos espectaculares que la ciencia ficción, pero no por ello menos fascinantes.

La Soledad como Reflexión de la Madurez

La propuesta de Corbet invita a una reflexión humilde sobre nuestro lugar en el cosmos. Quizás la Paradoja de Fermi no es un misterio que resolver, sino un espejo. A medida que nuestra propia civilización contempla su futuro entre las estrellas, la teoría de la “mundanidad radical” plantea una pregunta esencial: ¿nuestra ambición exploratoria es una fase juvenil, un impulso que podría extinguirse una vez satisfechas nuestras curiosidades fundamentales? El silencio extraterrestre podría no ser un presagio de nuestra extinción, sino un posible mirada de nuestra propia madurez futura: el momento en que, habiendo mirado a las profundidades del espacio, decidamos que el viaje más importante es el interior.

El universo puede estar lleno de vida, pero también de una quietud deliberada. Y en esa quietud, tal vez, resida la mayor lección de todas: la importancia de encontrar significado no en la conquista de lo lejano, sino en la profundización de lo cercano.

 

Estudio:  A Less Terrifying Universe? Mundanity as an Explanation for the Fermi Paradox

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