Profesor de física envía su ADN a la luna con la esperanza que algún día una civilización extraterrestre la encuentre y lo clone

El profesor de física Kenneth Ohm, a sus 82 años de edad, ha emprendido un viaje singular hacia el espacio profundo: enviar su ADN a la Luna con la esperanza de que algún día, ya sea una civilización avanzada terrestre o extraterrestre, pueda encontrarlo y, quizás, clonarlo. Este singular empeño se llevará a cabo con la colaboración de Celestis, una compañía texana que desde 1997 ha lanzado restos cremados de humanos al cosmos, incluyendo figuras notables como el creador de Star Trek, Gene Roddenberry, y el psicólogo Timothy Leary.

El motivo detrás de esta iniciativa poco convencional, según Ohm, va más allá de un mero tributo o legado personal. Si bien sus cenizas reposarán en un terreno familiar, su ADN se embarcará en una odisea distinta al ser depositado en el polo sur lunar. Su objetivo principal radica en la esperanza de que, en un futuro lejano, alguien, sea de nuestro planeta o de una civilización alienígena, pueda descubrir su material genético y considerar la posibilidad de su clonación.

Ohm, en su juventud, albergaba el sueño de convertirse en astronauta, un anhelo truncado por su estatura de 6 pies 2 pulgadas, considerada demasiado alta por la NASA en aquel entonces. No obstante, esta limitación terrestre no lo detendrá en su búsqueda de una presencia más allá de la Tierra. La iniciativa de Celestis de transportar restos cremados y ADN hacia la superficie lunar busca honrar a aquellos intrépidos que siempre miraron hacia las estrellas, estableciendo un legado permanente en nuestro satélite natural.

En una conversación reciente con el New York Times, Ohm compartió sus reflexiones sobre este peculiar proyecto. Reconoce que su legado lunar puede evocar pensamientos en sus descendientes, quienes, al contemplar la luna llena, podrían recordar que una parte de él reside allí arriba. Sin embargo, su verdadero impulso para enviar su ADN a la Luna reside en la incertidumbre del futuro. Imagina un escenario en el que seres avanzados, ya sea de la Tierra o de otro lugar, descubran su ADN y decidan su destino, lo que le lleva a bromear sobre la posibilidad de convertirse en una exhibición en un zoológico intergaláctico o, más inquietante aún, ser replicado en miles de copias, una idea que divierte a su esposa.

El enigma radica en el potencial de aquellos que descubrirán su rastro genético lunar. Si tienen la capacidad tecnológica para realizar tal hallazgo, ¿qué podrían hacer con esa información? Esta pregunta persiste en la mente de Ohm, quien contempla el incierto futuro que su envío de ADN desencadenará, ya sea como una curiosidad científica para futuras civilizaciones o como un elemento de ciencia ficción hecho realidad.

Kenneth Ohm, con su peculiar y visionaria iniciativa, desafía el tiempo y el espacio, dejando una huella única en el firmamento y alimentando la imaginación sobre el futuro de la exploración cósmica y las posibilidades de la existencia humana en el universo.

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