Semillas Cósmicas: ¿Pueden los objetos interestelares como 3I/ATLAS engendrar nuevos planetas?

Una revolucionaria hipótesis astrofísica sugiere que los viajeros interestelares no son meros espectadores, sino agentes clave en la formación de gigantes gaseosos alrededor de estrellas jóvenes.

El cosmos ha vuelto a desafiarnos. La detección de objetos interestelares, como ‘Oumuamua en 2017 y, más recientemente, 3I/ATLAS, ha abierto una ventana inédita a los materiales que existen más allá de nuestro sistema solar. Estas enigmaticas visitas han impulsado un debate científico que trasciende la mera clasificación, llevando a los investigadores a preguntarse cuál podría ser el papel real de estos cuerpos errantes en la galaxia. Una nueva y audaz teoría propone que su función sería fundamental: actuar como “semillas” que, al ser capturadas por estrellas en formación, aceleran el nacimiento de planetas gigantes.

El Enigma de los Viajeros Interestelares

A principios de 2023, los astrónomos confirmaron la presencia de 3I/ATLAS, un cometa de composición inusual que se adentraba en nuestro sistema solar interior tras un viaje interestelar. El estudio exhaustivo de su trayectoria y características ha sido prioritario para la comunidad científica. Aunque la explicación predominante lo cataloga como un cometa con peculiaridades, su origen exacto sigue siendo un tema de investigación. En este contexto, la astrofísica Susanne Pfalzner, del Instituto Max Planck de Radioastronomía, presentó en la Reunión Conjunta del Congreso Científico Europlanet y la División de Ciencias Planetarias una hipótesis que redefine la importancia de estos objetos.

La teoría convencional de formación planetaria, conocida como acreción, postula que los planetas surgen de la lenta agregación de polvo y gas en los discos protoplanetarios que rodean a las estrellas jóvenes. No obstante, este modelo enfrenta un desafío crítico al intentar explicar la existencia de gigantes gaseosos, como Júpiter, alrededor de estrellas de tipo solar. Las simulaciones por computadora indican que, en las escalas de tiempo en que estos discos persisten (unos dos millones de años), el proceso de acreción es demasiado lento. Las partículas, en lugar de fusionarse, suelen fragmentarse o dispersarse por colisiones.

La Hipótesis de la “Semilla Interestelar”: Una Vía Rápida para la Formación de Planetas

La propuesta de Pfalzner ofrece una solución elegante a este rompecabezas. Según sus modelos, el disco de una estrella joven posee la fuerza gravitatoria suficiente para capturar millones de objetos interestelares del tamaño de ‘Oumuamua (aproximadamente 100 metros). Estos cuerpos, al ser mucho más grandes que las partículas de polvo iniciales, actuarían como núcleos preformados. “El espacio interestelar proporcionaría semillas preparadas para la formación de la próxima generación de planetas”, explicó la astrofísica. Este mecanismo ofrecería una “vía rápida” o head-start para la formación de planetas, saltándose las fases más lentas e inestables de la acreción tradicional.

Esta teoría no solo resuelve el problema del tiempo, sino que también explica por qué los gigantes gaseosos son más comunes en estrellas masivas similares al Sol y extremadamente raros en sistemas de enanas rojas (M). Pfalzner argumenta que “las estrellas de mayor masa son más eficientes a la hora de capturar objetos interestelares en sus discos”. La mayor gravedad y tamaño de estos sistemas les permitiría recolectar más de estas “semillas cósmicas”, acelerando el crecimiento de un planeta gigante en un plazo compatible con la vida útil de su disco protoplanetario. “Y su rápida formación es exactamente lo que hemos observado”, concluyó la investigadora. El siguiente paso para Pfalzner y su equipo es cuantificar cuántos de estos objetos capturados serían necesarios para formar un planeta y predecir su distribución dentro del disco.

La idea de que los solitarios viajeros interestelares puedan ser los arquitectos silenciosos de nuevos mundos transforma nuestra comprensión de la dinámica galáctica. De confirmarse, esta hipótesis pintaría un cuadro del universo donde ningún cuerpo es verdaderamente errante; cada uno podría ser un potencial precursor de un sistema planetario futuro. Lo que una vez se consideró una curiosidad astronómica se revela ahora como un posible eslabón perdido en el ciclo de vida de los planetas, conectando diferentes sistemas estelares a través de un intercambio de material cósmico que siembra la galaxia con el potencial de nuevas tierras.

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