¿Y si el primer contacto alienígena fuese un diálogo de sordos cósmicos? La física podría no ser un lenguaje universal

Un nuevo ensayo del físico Daniel Whiteson plantea que nuestras herramientas conceptuales, desde las matemáticas hasta la ciencia, podrían ser un producto exclusivamente humano, incomprensible para una inteligencia radicalmente diferente.

La humanidad ha mirado al cielo durante milenios preguntándose si está sola. La búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI), durante décadas, ha operado bajo la premisa de que, de existir, compartiríamos un terreno común: las leyes de la física y las matemáticas. Sin embargo, una perspectiva disruptiva gana terreno, sugerida por el físico de partículas y divulgador Daniel Whiteson en su nuevo libro, “¿Hablan física los extraterrestres?”. Su tesis central desafía un pilar de la ciencia ficción y la ciencia misma: el primer contacto podría ser no solo desafiante, sino cognitiva y perceptualmente imposible. La comunicación podría fracasar no por falta de voluntad, sino porque nuestras realidades conceptuales serían mutuamente ininteligibles.

El Mito de una Ciencia Universal

Desde la época de Galileo, la ciencia ha perseguido la idea de descubrir verdades universales e independientes del observador. Whiteson, en una entrevista con Ars Technica, admite haberse inspirado en esta noción durante su juventud. No obstante, su postura evolucionó hacia un escepticismo profundo. “¿Podemos separar la perspectiva humana de cómo vemos el Universo? ¿Comprendemos siquiera cuánto distorsiona esta perspectiva la imagen?”, se cuestiona. Lo que los humanos consideramos “leyes fundamentales” de la naturaleza podrían ser, en el mejor de los casos, una interpretación local, filtrada por nuestra biología, nuestros sentidos y nuestra estructura cognitiva única. Conceptos como números, coordenadas espaciotemporales y unidades de medida podrían no ser más que artefactos culturales.

El Fracaso de los Mensajes Interestelares Terrestres

La humanidad ya ha lanzado varias cápsulas del tiempo al cosmos, siendo las placas de las Pioneer y el Disco de Oro de las Voyager los ejemplos más célebres. Estos artefactos fueron diseñados con la intención de comunicar nuestra existencia y naturaleza a cualquier civilización que los encontrara. Sin embargo, Whiteson relata un experimento revelador: al mostrar la placa Pioneer a un grupo de jóvenes físicos sin contexto previo, estos fueron incapaces de descifrar su significado. Si individuos de nuestra propia especie, compartiendo el mismo bagaje planetario, no pueden interpretar un mensaje creado por sus congéneres, la perspectiva de que una inteligencia alienígena lo logre se antoja remota. “El lenguaje siempre es un conjunto de símbolos. Y cada símbolo es arbitrario”, afirma Whiteson. Sin un contexto cultural compartido, incluso los diagramas más lógicos son meros garabatos.

La Falacia de las Matemáticas como Lenguaje Común

La comunidad científica ha depositado históricamente su fe en las matemáticas como el lenguaje cósmico por excelencia, el puente lógico que conectaría dos inteligencias. Filósofos y, ahora, físicos como Whiteson, desafían este supuesto. En su obra, demuestra que es posible construir una física coherente sin emplear números absolutos, utilizando en su lugar proporciones y relaciones. Los sistemas numéricos humanos, con su base decimal y su noción de cantidad discreta, podrían ser solo una entre infinitas formas de cuantificar la realidad. ¿Y si una especie alienígena percibe el continuum sin dividirlo en unidades? ¿O si su “lógica” no se basa en la linealidad? Para ellos, nuestro mensaje matemático más básico podría ser una abstracción tan incomprensible como lo es para nosotros la coreografía de una danza ritual desconocida.

La Barrera Sensorial y la Incompatibilidad Perceptual

El desafío se profundiza al considerar la biología. La realidad que los humanos experimentamos está constreñida por nuestros cinco sentidos. Pero, ¿y si los extraterrestres poseyeren capacidades perceptuales radicalmente distintas? Whiteson propone escenarios especulativos pero físicamente posibles: seres que vean fotones en estados de superposición cuántica, que “saboreen” las propiedades de los electrones o que perciban los campos magnéticos con la misma claridad con que nosotros distinguimos colores. Una especie con una conciencia distribuida, similar a la de un pulpo, experimentaría la individualidad y la agencia de manera completamente diferente. Nuestras teorías científicas, construidas a partir de datos sensoriales limitados, podrían parecerles primitivas y grotescamente incompletas.

El Espejo Cósmico

El pesimismo de Whiteson no es absoluto. Concluye su libro con una reflexión casi optimista: un encuentro con una inteligencia no humana, incluso si la comunicación resultara imposible, tendría un valor incalculable. “Nuestras teorías reflejan las leyes no solo del mundo, sino también de nuestro pensamiento”, señala. El contraste entre la ciencia alienígena y la humana no sería una decepción, sino la revelación definitiva. Actuaría como un espejo cósmico que nos permitiría ver, por primera vez, nuestros propios prejuicios, limitaciones cognitivas y los patrones culturales incrustados en lo que creemos es una verdad objetiva. El primer contacto, por tanto, no sería simplemente un encuentro entre dos especies, sino un choque entre dos formas de ser y de concebir el universo. Y en ese choque, quizás la mayor lección no sería aprender sobre ellos, sino entender, por fin, quiénes somos realmente nosotros.

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