La oleada OVNI sin precedentes en los EEUU : Misteriosos avistamientos en Washington DC que sacudieron al mundo
“Durante dos fines de semana consecutivos, objetos voladores no identificados desafiaron el cielo sobre la capital estadounidense, desatando una oleada mediática sin precedentes.”
El verano de 1952 fue testigo de uno de los episodios más desconcertantes en la historia de los avistamientos de ovnis: el Escándalo OVNI de Washington. Durante dos fines de semana consecutivos, los días 19-20 y 26-27 de julio, la capital de los Estados Unidos fue el centro de atención de múltiples reportes de objetos voladores no identificados que aparecieron en los radares y fueron vistos por varios testigos, incluyendo controladores aéreos, pilotos y personal militar. Este fenómeno, conocido como la “Invasión de Washington” o los “Avistamientos de Washington”, marcó el punto álgido de una ola masiva de reportes de ovnis en todo el país.
En este periodo, la Fuerza Aérea de Estados Unidos recibió más de 700 informes de avistamientos, superando con creces los registros de años anteriores. Edward J. Ruppelt, director del Proyecto Libro Azul, el programa oficial de la Fuerza Aérea destinado a investigar fenómenos aéreos no identificados, afirmó que nunca antes ni después la Fuerza Aérea enfrentó una ola tan intensa de avistamientos de ovnis.
Primeros avistamientos y la reacción en Washington
El incidente más impactante comenzó la noche del 19 de julio cuando Edward Nugent, un controlador aéreo en el Aeropuerto Nacional de Washington, detectó siete objetos no identificados en su radar. Estos objetos no correspondían a ningún vuelo programado ni seguían rutas conocidas. Su superior, Harry Barnes, se unió al monitoreo de los movimientos, describiéndolos como “radicales” e imposibles para cualquier aeronave convencional.
Simultáneamente, otros dos controladores en el aeropuerto confirmaron haber visto luces brillantes que se movían a gran velocidad en el cielo. Las luces no solo fueron detectadas en los radares de diferentes instalaciones, sino que también fueron vistas por varios testigos en tierra, quienes describieron comportamientos anómalos, como cambios abruptos de dirección y velocidades imposibles de alcanzar para la tecnología aeronáutica de la época.
El segundo fin de semana: más avistamientos y mayor alarma
Una semana después, el 26 de julio, los fenómenos volvieron a repetirse. Objetos desconocidos fueron detectados nuevamente en los radares de Washington, DC, y personal de la Fuerza Aérea en la Base Andrews reportó avistamientos similares. En este caso, se desplegaron aviones de combate F-94 Starfire para interceptar los objetos. Mientras un piloto no logró detectar nada inusual, otro reportó haber visto cuatro luces blancas que volaban a gran velocidad, pero que finalmente escaparon al intentar interceptarlas.
Los operadores de radar calcularon que algunos de estos objetos alcanzaron velocidades de hasta 7.000 mph, una velocidad mucho mayor que cualquier aeronave conocida. La Fuerza Aérea, ante la creciente presión mediática, intentó ofrecer una explicación científica: se sugirió que las inversiones de temperatura, un fenómeno atmosférico que puede distorsionar señales de radar, eran responsables de los avistamientos.
Una ola mediática sin precedentes
La cobertura mediática de los avistamientos fue intensa. Los titulares de periódicos como The Washington Post y Cedar Rapids Gazette llevaron el fenómeno a la primera plana, creando un ambiente de expectación e inquietud en todo el país. Edward Ruppelt, quien se encontraba en Washington en ese momento, expresó su frustración por no haber podido obtener un vehículo para investigar los hechos de inmediato, dada la magnitud del escándalo.
Incluso la Casa Blanca mostró interés en los avistamientos. El presidente Harry Truman fue informado directamente de los eventos, y la CIA comenzó a preocuparse por el creciente número de avistamientos en todo el país, temiendo que podría tratarse de una amenaza a la seguridad nacional.
Explicación oficial de la Fuerza Aérea
El 29 de julio de 1952, la Fuerza Aérea organizó una de las conferencias de prensa más grandes desde la Segunda Guerra Mundial, en la que el mayor general John A. Samford, director de inteligencia, intentó calmar las aguas. Según Samford, los avistamientos se debían a fenómenos naturales mal interpretados, como meteoros o estrellas, y las señales de radar no representaban objetos sólidos, sino simples distorsiones atmosféricas provocadas por la inversión térmica.
A pesar de estas explicaciones, muchos expertos y testigos siguieron escépticos. Howard Cocklin, uno de los controladores de radar que vio los objetos, mantenía que lo que había presenciado no era un fenómeno natural. Por su parte, la CIA comenzó a evaluar seriamente la creciente ola de avistamientos de ovnis, lo que finalmente llevó a la formación del Panel Robertson en 1953 para estudiar la veracidad y el impacto de estos informes.
El Escándalo OVNI de 1952 en Washington dejó una profunda huella en la historia de los avistamientos de ovnis. A pesar de las explicaciones ofrecidas por las autoridades, la incertidumbre sobre lo que realmente ocurrió persiste hasta el día de hoy. Para muchos, el incidente marcó un momento clave en la creciente fascinación pública por los ovnis y las posibles visitas extraterrestres, mientras que para otros, fue un recordatorio de la complejidad y la fragilidad de nuestra comprensión del espacio aéreo y los fenómenos atmosféricos.