Los humanos heredamos nuestra violencia de ancestros primates
El debate eterno sobre la naturaleza intrínseca del ser humano, si es inherente a nuestra especie la violencia o si esta es un subproducto de la civilización, ha encontrado nuevos matices con un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista Nature. Esta investigación liderada por José María Gómez, científico de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA-CSIC) en Almería, examina la incidencia de la violencia letal dentro de nuestra especie Homo sapiens a lo largo de la historia, comparándola con la observada en otras especies de mamíferos.
Los resultados revelan que la tasa de violencia letal entre humanos es aproximadamente seis veces mayor que la media de los mamíferos. Esta comparación se basa en el análisis de más de 4 millones de muertes de individuos pertenecientes a 1.024 especies de mamíferos, incluyendo desde ratones hasta primates. Sorprendentemente, nuestros antepasados, al igual que los grandes simios, exhibían una propensión a la agresión letal similar, sugiriendo una posible herencia evolutiva de este comportamiento violento.
La investigación desafía las teorías opuestas de pensadores como Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau. Mientras Hobbes retrataba al hombre como un lobo para el hombre, Rousseau argumentaba que éramos seres pacíficos corrompidos por la civilización. Sin embargo, estos hallazgos apuntan hacia la existencia de un componente evolutivo en la agresión humana, derivado de nuestros ancestros comunes con los primates.
El equipo de Gómez analizó meticulosamente datos históricos y fósiles desde el Paleolítico hasta la actualidad, concluyendo que la violencia humana no puede atribuirse únicamente a la herencia genética. Factores ambientales como la sociabilidad y la territorialidad, compartidos con nuestros ancestros, también influyen en estos comportamientos violentos.
A pesar de esta herencia, se destaca que la violencia entre humanos ha variado significativamente a lo largo del tiempo, con cambios que no pueden ser atribuidos únicamente a la genética. En sociedades modernas con fuerzas policiales, sistemas legales y actitudes culturales contra la violencia, las tasas de homicidios son considerablemente más bajas que las previstas por la evolución natural, lo que sugiere que las sociedades pueden moldear y modificar la expresión de esta violencia inherente.
Este estudio plantea un panorama complejo sobre la naturaleza humana, subrayando que si bien la violencia puede tener raíces evolutivas, las sociedades tienen la capacidad de influir y reducir estas tendencias. Esto sugiere que, a pesar de las tendencias heredadas, los humanos tienen la capacidad de forjar su propio destino, distanciándose de su legado violento ancestral.